Texto Bruno Cortés imagen by Grok
El Senado mexicano ha decidido levantar la voz antes de que le metan la mano a la bolsa a los migrantes. Gerardo Fernández Noroña, presidente de la Mesa Directiva, anunció que este jueves enviarán al Congreso de Estados Unidos una petición formal para que una comisión plural de senadores mexicanos —de todas las fuerzas políticas, como buenos hermanos de pelea— sea recibida y pueda explicar por qué gravar las remesas es, en una palabra, un despropósito.
Y no es para menos. Imponer un impuesto a las remesas sería, según palabras del propio Noroña, una “doble tributación injusta”, una especie de castigo financiero para quien ya paga con sudor, desarraigo y, muchas veces, con su salud. Porque nadie migra por gusto; se migra por necesidad, por hambre, por miedo o por la esperanza terca de una vida mejor. Las remesas no son lujos, son respiradores económicos.
La comisión plural no viajará sin invitación. “No adelantemos vísperas, no vayamos a arriesgarnos a una descortesía”, dijo Noroña, en un tono que mezcla diplomacia con ese sentido común que tanto escasea en algunos congresos. La postura mexicana busca ser clara, firme y educada: defender a sus migrantes sin caer en el papel de víctima, pero tampoco en el de comparsa.
Mientras tanto, en territorio nacional, el gobierno de Claudia Sheinbaum no se ha quedado cruzado de brazos. Con la estrategia “México te abraza”, busca que el retorno de mexicanos, voluntario o forzado, no termine en tragedia o abandono. Más de 38 mil repatriados ya han sido atendidos con apoyos básicos: transporte, afiliación al IMSS, 2 mil pesos de alivio inmediato y promesas —sí, promesas— de empleo.
El sector empresarial ofreció 50 mil puestos de trabajo, una cifra tan generosa como incierta en su ejecución real. Porque una cosa es ofrecer empleos desde el escritorio, y otra muy distinta es que estos trabajos estén en donde los repatriados los necesitan y con condiciones dignas. Aun así, se agradece el gesto: algo es mejor que nada, sobre todo cuando se llega con una maleta medio vacía y el alma hecha trizas.
Pero no todo es esperanza y logística. El programa enfrenta su propio viacrucis: falta de recursos, presión presupuestal y una infraestructura fronteriza que cruje. Los albergues, particularmente en ciudades como Tijuana, están saturados y no hay suficientes manos para atender la marea humana que viene del norte. Y aunque se presuma una reducción del 78% en los cruces ilegales, lo cierto es que las causas de la migración siguen intactas.
Y esas causas son un cóctel molotov: pobreza, inseguridad, falta de servicios, cambio climático y una desigualdad tan estructural como el machismo. Migrar sigue siendo la única política pública que sí funciona… pero en el país vecino. El retorno voluntario, por más noble que suene, es aún un espejismo para quienes saben que en México no hay red de seguridad que aguante tanto peso.
Así que mientras Fernández Noroña prepara la defensa del dinero de los paisanos, y Sheinbaum intenta que no se sientan solos, el mensaje es claro: México no se calla cuando se trata de los suyos. Y aunque todavía hay mucho por corregir, por ahora al menos hay algo que no se ha perdido: la dignidad. Y eso, en tiempos de muros y tarifas, vale tanto como un dólar bien ganado en Illinois.