
Washington, D.C. — La Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) publicó su informe anual 2025 y confirmó una realidad preocupante: los cárteles mexicanos, particularmente el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), se han consolidado como los principales productores y distribuidores de drogas sintéticas, entre ellas el fentanilo y la metanfetamina, en el hemisferio occidental.
El documento detalla cómo estas organizaciones criminales transnacionales (OCT) han perfeccionado sus estructuras logísticas, estableciendo redes sofisticadas de contrabando en toda la frontera entre México y Estados Unidos. Según la DEA, los cárteles operan complejos laboratorios clandestinos en territorio mexicano, donde convierten precursores químicos —provenientes en su mayoría de China— en sustancias de alta potencia adictiva.
Uno de los hallazgos más inquietantes del informe es la capacidad de estas redes para llegar a comunidades vulnerables, incluyendo zonas indígenas aisladas en el norte de México y el sur de Estados Unidos. Esta expansión geográfica, señala el reporte, ha contribuido a un aumento sin precedentes en las muertes por sobredosis en Estados Unidos, al tiempo que ha intensificado la violencia en regiones mexicanas clave.
A pesar de este diagnóstico sombrío, el informe también resalta los esfuerzos coordinados entre agencias de seguridad estadounidenses y mexicanas para combatir esta amenaza. La colaboración bilateral ha permitido la destrucción de múltiples laboratorios clandestinos, el decomiso de toneladas de precursores y la captura de operadores financieros vinculados a redes de lavado de dinero.
La DEA destaca que uno de los mayores desafíos actuales es el uso de redes de blanqueo de capitales con vínculos internacionales, especialmente con grupos criminales en Asia. Estas estructuras permiten a los cárteles mover grandes sumas de dinero de forma casi imperceptible a través de criptomonedas, transferencias informales y empresas fachada.
A nivel institucional, se subraya la necesidad de mantener e intensificar la cooperación con el gobierno mexicano en inteligencia, aduanas y tecnología forense. La agencia estadounidense reconoce que, sin la participación activa de las autoridades mexicanas, el desmantelamiento de estas redes sería prácticamente inviable.
El reporte también puntualiza que la expansión de estas organizaciones no solo representa una amenaza para la salud pública, sino también para la estabilidad social y política de ambos países. La violencia derivada del narcotráfico ha impactado de manera directa en el tejido comunitario, provocando desplazamientos forzados, debilitamiento de gobiernos locales y un clima de impunidad creciente.
Especialistas en seguridad consultados por la DEA consideran que el próximo paso en esta lucha es el combate a los mercados de precursores en Asia y la regulación más estricta del comercio internacional de sustancias químicas, para cortar el suministro desde su origen.
En este contexto, el informe 2025 representa un llamado urgente a la acción binacional. A pesar del reto que imponen los cárteles, también deja entrever que con voluntad política, cooperación técnica y presión internacional sostenida, es posible contener su expansión y reducir el daño que causan a miles de familias en México y Estados Unidos.