
Por Bruno Cortés
Hay cifras que no necesitan maquillaje. En un país donde el discurso presidencial presume récords laborales, el dato más reciente del IMSS revela otra historia: el empleo formal creció apenas 0.19% en el último año. Traducido al lenguaje llano: se avanza, pero como si el mercado laboral caminara con los pies atados y los ojos vendados.
Este tipo de “logros” solo tienen tres antecedentes históricos: la recesión de 2001, la crisis financiera global de 2008 y el colapso económico por la pandemia en 2020. Pero esta vez, no hay catástrofes globales ni murciélagos chinos. Lo que hay es un estancamiento laboral que no se justifica ni por la economía ni por la lógica. Solo en abril se perdieron más de 47 mil empleos formales, el tercer peor abril en 16 años. El IMSS, como siempre, culpa al calendario: “Semana Santa”. Pero la pregunta persiste: ¿cuánto más puede durar una temporada vacacional en la que no hay empleo ni para los meseros?
La narrativa oficial no se queda atrás. Desde Palacio Nacional se habla de “primavera laboral”, de “empleo sólido” y de “récords históricos” que solo existen si uno deja de leer después del primer párrafo. El secretario del Trabajo, Marath Bolaños, asegura que vamos viento en popa. El secretario de Hacienda, Edgar Amador, lo secunda. Pero fuera de las conferencias, el viento más bien sopla en contra: el crecimiento acumulado de empleo formal es 48% menor al de 2024 y 40% inferior al de 2019, cuando México enfrentaba una recesión técnica.
No todo es gris. El salario base promedio ha aumentado 7.6% anual y la pobreza laboral ha disminuido en seis años. Pero cuando la mayoría de los nuevos trabajos se concentran en la informalidad (más del 55% del total según el INEGI), hablar de progreso laboral se parece más a un sketch de comedia negra que a una realidad palpable. Sí, hay menos desempleo, pero más gente vive de chambas sin prestaciones, sin seguridad social y con el estrés de que cualquier día el “jefe” se esfume sin pagar.
Por regiones, Nuevo León, Estado de México, Colima e Hidalgo muestran una mejor cara, beneficiadas por la llegada de empresas gracias al famoso nearshoring. Hay luz también en sectores como el comercio y los servicios sociales. Pero en el país entero, apenas se han creado 179 mil empleos formales en lo que va del año. Para cubrir la demanda de jóvenes que se integran cada mes al mercado laboral, deberíamos generar al menos 100 mil al mes, según México, ¿Cómo Vamos?. Solo en febrero se logró.
La Secretaría del Trabajo ha anunciado ferias nacionales de empleo y sigue promocionando el programa Jóvenes Construyendo el Futuro. También se discute una reforma para reducir la jornada semanal. La intención es buena, pero no alcanza si la estructura económica sigue arrastrando el lastre de la informalidad y la baja inversión.
Analistas consultados coinciden en que la estabilidad macroeconómica, el control de la inflación y el tipo de cambio fuerte ofrecen un entorno favorable. Pero el problema de fondo es más complejo: el país no está generando empleos formales al ritmo que necesita, y los que hay no son suficientes ni en cantidad ni en calidad.
Así, mientras las gráficas oficiales se adornan con palomas y banderas, la realidad se abre paso a empujones. Si esta es la primavera laboral, más vale no saber cómo pinta el invierno.