
En tiempos donde el sistema judicial se debate entre la urgencia de renovarse y la presión política, la Dra. Marisela Morales Ibáñez llegó a la Universidad Autónoma de Coahuila con un mensaje claro: es momento de que las mujeres ocupen el lugar que les corresponde en la justicia mexicana. Su conferencia, titulada “El papel de la mujer en la Reforma Judicial”, reunió a estudiantes, docentes y académicos en la Infoteca del Campus Arteaga, donde más que una cátedra, se vivió una conversación franca sobre lo que urge transformar.
Con la autoridad de haber sido la primera mujer en encabezar la Procuraduría General de la República, Morales Ibáñez no necesitó adornos retóricos. Habló con firmeza, sin rodeos: la reforma judicial no puede construirse desde escritorios blindados, sino desde una visión con enfoque de género, autonomía y sentido social. En sus palabras resonó la experiencia, pero también la convicción de que el sistema actual aún carga con inercias patriarcales difíciles de erradicar.
La candidata a ministra de la Suprema Corte insistió en que no basta con nombrar mujeres en puestos clave; se necesita una reforma estructural que garantice su participación real en la toma de decisiones. “La justicia sin equidad de género es, en el mejor de los casos, incompleta”, afirmó ante un auditorio que, por momentos, contenía la respiración.
Su intervención tuvo momentos de alta crítica social. Al hablar de su paso por la Procuraduría, recordó cómo la resistencia a las mujeres en cargos de poder sigue viva, disfrazada de “formalismos” y “tradiciones institucionales”. Pero también compartió anécdotas que evidenciaban la absurda naturalización de estas barreras, como aquel colega que, en tono paternalista, le dijo que la justicia “no era asunto de faldas”.
Más allá del relato biográfico, lo que propuso Morales Ibáñez fue una hoja de ruta para una Corte más representativa, más independiente y, sobre todo, más cercana a la gente. Desde los mecanismos de elección de ministras y ministros, hasta la necesidad de juzgar con perspectiva de género, su planteamiento fue tan técnico como humanista.
El evento no solo atrajo a estudiantes de derecho, sino a jóvenes de otras disciplinas que encontraron en la conferencia una puerta abierta para cuestionar el papel del Poder Judicial en sus vidas cotidianas. “Nos están heredando un sistema al que no le creemos, pero escucharla nos da esperanza”, comentó una alumna al salir del recinto.
Y quizá ahí radique el verdadero valor de encuentros como este: en mostrar que sí hay perfiles capaces, con experiencia y sensibilidad social, para ocupar los máximos cargos del país. Que la justicia puede –y debe– verse también desde los ojos de quienes históricamente han sido excluidas. Y que sí, el futuro de la Corte también puede tener nombre de mujer.