
Berlín ha dado el primer paso para convertirse en la sede alemana de los Juegos Olímpicos de Verano de 2036 o, en su defecto, de 2040. La propuesta no llega sola: junto a la capital, otros estados como Brandeburgo, Mecklemburgo-Pomerania Occidental, Sajonia y Schleswig-Holstein conforman el proyecto conjunto denominado “Berlín+”, una estrategia colaborativa que busca reforzar el potencial logístico, simbólico y deportivo de la candidatura.
El anuncio fue realizado oficialmente en el Estadio Olímpico de Berlín, el mismo que fue escenario central de los polémicos Juegos de 1936, utilizados por el régimen nazi como herramienta propagandística. Ahora, exactamente un siglo después, la ciudad quiere demostrar que es otra. “Es una gran oportunidad. Una oportunidad para el deporte, una oportunidad para Berlín, una oportunidad para Alemania”, declaró el alcalde de la ciudad, Kai Wegner, durante el acto de presentación. El mensaje es claro: se trata de una oportunidad para reescribir la historia, proyectar una Alemania moderna, inclusiva y democrática, y dejar atrás un capítulo oscuro a través de la fuerza unificadora del deporte.
La propuesta berlinesa no es la única en la contienda nacional. Múnich, que ya fue anfitriona olímpica en 1972, también ha manifestado su interés, al igual que Hamburgo y Renania del Norte-Westfalia, que aspira a ofrecer un modelo descentralizado basado en las regiones del Rin y del Ruhr. Estas opciones subrayan el deseo compartido de distintos territorios alemanes de proyectarse al mundo a través del olimpismo, pero también abren un debate sobre cuál modelo representa mejor a la Alemania actual.
La decisión final sobre qué ciudad representará al país como candidata oficial ante el Comité Olímpico Internacional será tomada por la Confederación Alemana de Deportes Olímpicos (DOSB) en el tercer trimestre de 2026. A partir de ahí, comenzará la carrera internacional por obtener la sede de los Juegos de 2036 o, si esa fecha resulta inviable, de 2040.
Más allá del aspecto deportivo, la candidatura de Berlín tiene un fuerte componente simbólico. Si se logra, los Juegos de 2036 no solo marcarían el regreso de Alemania como sede olímpica en un siglo, sino que permitirían a la capital resignificar el mismo escenario desde el cual una dictadura intentó imponer su visión del mundo. Hoy, en cambio, Berlín quiere celebrar la diversidad, la democracia y el poder transformador del deporte.