
En medio de la escalada arancelaria entre Estados Unidos y China, que alcanzó un punto crítico con tarifas de hasta 245% impuestas por Washington a productos chinos, la reacción del gigante asiático ha sido tan rápida como estratégica. Lejos de responder con confrontación directa, Beijing ha abierto nuevas rutas comerciales, eliminado aranceles para regiones emergentes y desplegado una ofensiva de ventas directas. En este reacomodo del comercio global, México aparece como uno de los países con más posibilidades de capitalizar el nuevo contexto.
El movimiento de China ha sido quirúrgico. Según reportes de The New York Times y Reuters, el gobierno chino ha empezado a reducir aranceles a cero para productos provenientes de África y, en algunos casos, de América Latina. Además, promueve la venta directa de ropa, accesorios y tecnología sin intermediarios, lo cual puede reducir costos hasta en un 30%, según estimaciones del sector privado. Esta estrategia no solo diversifica su base de importaciones, también redistribuye su influencia económica hacia regiones con alto potencial de crecimiento.
Para México, este nuevo panorama presenta una oportunidad tangible: acceder con mayor facilidad al mercado chino, especialmente en sectores como la agroindustria y la manufactura tecnológica. La Secretaría de Economía ha informado que, tan solo en 2024, México exportó más de 10 mil millones de dólares en productos no petroleros a China, y se proyecta que esa cifra podría duplicarse si se consolidan los nuevos mecanismos comerciales.
Un punto clave es el envío récord de soya brasileña a China durante el primer trimestre de 2025: 17.7 millones de toneladas según Reuters, lo que marca un giro en la política de compras de Beijing. Si bien Brasil es el principal beneficiado por ahora, México podría competir en otras áreas como el aguacate, el café y el tequila, productos con alta demanda y reconocimiento en el mercado asiático. Esto exige, no obstante, mejorar la infraestructura logística y asegurar estándares fitosanitarios estrictos.
El modelo de ventas directas también podría beneficiar a pequeñas y medianas empresas mexicanas. Sectores como el textil y el tecnológico podrían establecer alianzas estratégicas con distribuidores chinos, accediendo a un mercado de más de 1,400 millones de consumidores. Según TMO Group, las plataformas chinas están implementando programas piloto para eliminar intermediarios, lo cual representa una ventana de oportunidad para emprendedores mexicanos bien posicionados digitalmente.
Además, la apertura comercial china podría estimular la inversión extranjera directa en México, sobre todo en infraestructura y manufactura, donde ya existen antecedentes como el desarrollo de parques industriales con capital asiático en el norte del país. Analistas consultados por Business of Fashion y Woodburn Accountants señalan que las condiciones están dadas para un acercamiento más robusto entre México y China, no solo en lo económico, sino también en lo académico y tecnológico.
Sin embargo, no todo es terreno plano. La falta de confirmación oficial de Beijing sobre la inclusión de todos los países americanos en la política de arancel cero mantiene el optimismo en pausa. Además, la competencia regional con potencias agrícolas como Brasil y Argentina obliga a México a moverse con rapidez y eficacia diplomática. Se requerirá un trabajo fino de la Secretaría de Economía y la Cancillería para garantizar acuerdos bilaterales favorables.
En resumen, mientras Estados Unidos y China libran su batalla arancelaria, México se encuentra frente a una coyuntura que podría redefinir su papel en el comercio internacional. La clave está en actuar con visión, adaptarse a los nuevos canales de distribución global y apostar por sectores donde el país ya tiene ventaja competitiva. La historia se está escribiendo ahora, y México tiene la pluma en la mano.