
En el supermercado es común encontrar productos que aparentan ser jamón, pero que en realidad son preparados cárnicos de menor calidad, con ingredientes añadidos y un perfil nutricional inferior. Saber cómo diferenciarlos es fundamental para evitar engaños y cuidar la salud, especialmente porque muchos de estos productos contienen niveles elevados de sodio y aditivos, cuyo consumo frecuente puede afectar el sistema cardiovascular.
De acuerdo con la información publicada por la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) en la Revista del Consumidor, es esencial prestar atención a la denominación legal del producto. En México, solo pueden ser llamados “jamón” aquellos alimentos elaborados exclusivamente con carne de pierna de cerdo o muslo de pavo. Si en la etiqueta aparecen términos como “preparado cárnico”, “especialidad de carne” o “producto tipo jamón”, se trata de opciones que no cumplen con los estándares para ser considerados jamón auténtico.
Otro aspecto clave es la composición nutricional. Los jamones verdaderos se dividen en distintas categorías según su contenido de proteína y grasa. Los productos de mayor calidad, como los de tipo Extrafino o Fino, contienen entre 16% y 18% de proteína, mientras que las versiones más económicas apenas alcanzan el 10% de proteína, lo que indica un mayor contenido de rellenos y menor valor nutricional.
La lista de ingredientes también es reveladora. Un jamón legítimo debe tener como primer ingrediente carne de cerdo o pavo. Si los primeros lugares de la lista incluyen proteínas vegetales como soya, almidones, féculas o conservadores en grandes cantidades, estamos ante un producto que prioriza reducir costos sobre ofrecer calidad.
A simple vista, también se pueden detectar diferencias. El jamón auténtico presenta una textura firme y fibrosa, con un color uniforme y sin tonalidades exageradamente rosadas. Además, no debe soltar líquidos ni tener aspecto gelatinoso al cortarse. Estas son señales que ayudan a identificar si el producto es de buena calidad o si se trata de un sustituto procesado.
El consumo frecuente de estos falsos jamones puede representar riesgos para la salud. Generalmente contienen exceso de sodio, lo que aumenta la probabilidad de padecer enfermedades cardiovasculares, además de tener menos proteína y mayor presencia de aditivos. Por ello, organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiendan limitar la ingesta de carnes procesadas.
La recomendación para los consumidores es clara: siempre verificar que el producto esté etiquetado como jamón, preferir las categorías Extrafino o Fino cuando sea posible, desconfiar de precios excesivamente bajos y revisar cuidadosamente los ingredientes y la apariencia del alimento.
Elegir correctamente no solo garantiza un mejor sabor, sino que contribuye a mantener una alimentación más saludable.