
Cozumel, la isla que alguna vez fue conocida como la Tierra de las Golondrinas bajo la cosmovisión maya, hoy se enfrenta a una amenaza que pone en riesgo no solo su belleza natural, sino el delicado equilibrio de sus ecosistemas marinos. El proyecto para construir un cuarto muelle turístico en la costa oeste de la isla encendió la alarma entre científicos, ambientalistas y habitantes, quienes temen que la expansión del turismo de cruceros termine por sofocar lo que aún sobrevive bajo el mar: los arrecifes de coral.
Declarada en 2016 parte de la Red Mundial de Reservas de la Biosfera por la UNESCO, Cozumel forma parte del Sistema Arrecifal Mesoamericano, el segundo más grande del planeta. Su riqueza marina es un motor económico y una fuente de identidad para la isla. Los arrecifes no solo atraen a miles de visitantes cada año; también protegen la costa del impacto de huracanes, brindan hábitats para cientos de especies y representan un ecosistema vital para el futuro del Caribe mexicano.
La construcción del nuevo muelle frente a la playa Villa Blanca —una zona de alta sensibilidad ecológica— fue aprobada por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) en diciembre de 2021. La obra fue concesionada a la empresa Muelles del Caribe S.A. de C.V., generando de inmediato una ola de rechazo por parte de organizaciones locales, científicos marinos y comunidades que conocen bien los impactos irreversibles de una infraestructura mal planeada en entornos frágiles como los arrecifes.
Los corales son organismos extremadamente sensibles. Un aumento en la sedimentación, el golpe de un ancla o la contaminación térmica pueden matarlos. En tiempos donde el blanqueamiento coralino provocado por el calentamiento global ya los tiene al borde del colapso, cualquier acción que altere su entorno puede ser fatal y de consecuencias que se extiendan por décadas.
Frente a este panorama, la presión social fue determinante. En julio de 2025, la empresa a cargo del proyecto anunció una pausa técnica en las obras. Esta decisión se produjo después de que Semarnat confirmara la revisión de la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) del proyecto, con el fin de evaluar de nuevo su viabilidad bajo el principio de precaución ambiental. La revisión incluirá aspectos de protección al arrecife, cumplimiento de la normativa vigente y el derecho de la población a un medio ambiente sano.
Villa Blanca, la última playa pública libre de Cozumel, sigue en pie como símbolo de resistencia y comunidad. Desde ella, se siguen alzando voces que piden un turismo más justo, sustentable y con visión de futuro. Un modelo que valore la biodiversidad como un activo irremplazable, y no como obstáculo para el crecimiento económico inmediato.
Aunque la pausa representa un triunfo parcial, la historia está lejos de cerrarse. El proyecto aún podría ser retomado, dependiendo de los resultados del nuevo estudio ambiental. Por ello, la defensa de los arrecifes continúa, porque en esta lucha no solo está en juego el paisaje idílico que atrae a millones, sino la posibilidad de que el Caribe mexicano siga siendo un lugar donde naturaleza y humanidad coexistan en armonía.