
Por Bruno Cortés
En un contexto de creciente tensión política en Estados Unidos, diversas voces de la sociedad civil, la prensa y el sector empresarial han comenzado a reforzar la defensa de las libertades fundamentales, en especial la libertad de expresión, frente a una atmósfera de intimidación promovida desde el poder. La era de Donald Trump, marcada por una retórica combativa contra los medios y la oposición política, ha encendido alertas sobre los riesgos que enfrenta la democracia estadounidense, pero también ha movilizado a amplios sectores hacia una renovada protección de los derechos civiles.
En las aulas, los docentes han incorporado debates sobre el valor de la libre expresión como piedra angular de una democracia sólida. Universidades como Harvard y Georgetown han lanzado programas de resiliencia democrática, enseñando a los jóvenes a reconocer y resistir presiones autoritarias, según informes de The Chronicle of Higher Education.
En las salas de juntas, varios directores ejecutivos han reafirmado el compromiso de sus compañías con los principios democráticos. Recientes declaraciones públicas de líderes empresariales como Jamie Dimon, CEO de JPMorgan Chase, destacan la importancia de no ceder ante amenazas o represalias políticas. Dimon advirtió que «ceder ante el miedo erosiona no sólo los negocios, sino también las bases del país», según citó The Wall Street Journal.
La prensa estadounidense, históricamente uno de los pilares de la vida democrática, ha mostrado signos de resiliencia frente a intentos de censura. Aunque algunos propietarios de medios han optado por moderar sus editoriales por temor a represalias —como revela el Pew Research Center en su más reciente análisis sobre el periodismo bajo presión política—, otros periódicos, incluyendo The New York Times y The Washington Post, han fortalecido su postura crítica y su labor de investigación.
El fortalecimiento de organizaciones como la Sociedad de Periodistas Profesionales (SPJ, por sus siglas en inglés) y el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) ha sido clave para brindar apoyo legal y moral a reporteros perseguidos o amenazados. Estas agrupaciones han reportado un incremento de solicitudes de ayuda desde 2017, reflejo de un ambiente más hostil pero también de una resistencia más decidida.
A nivel local, gobiernos estatales y municipales han aprobado medidas para proteger a los trabajadores de prensa y garantizar espacios seguros para la libre manifestación de ideas. Estados como California y Nueva York han promulgado leyes que sancionan las represalias contra periodistas y activistas, lo cual ha sido celebrado por organismos como Human Rights Watch.
Además, el uso de nuevas tecnologías ha permitido a muchos ciudadanos ejercer su derecho a informar y opinar de manera descentralizada. Plataformas como Substack y Patreon han cobrado fuerza como refugios de libertad editorial, permitiendo a periodistas independientes continuar su labor fuera de los grandes consorcios mediáticos, evitando así presiones directas.
Aunque el poder de intimidación política sigue presente —y se manifiesta en episodios como el reciente cierre de editoriales críticas en ciertos condados—, el impulso de la sociedad civil, los empresarios y la prensa demuestra que la democracia estadounidense, si bien enfrenta desafíos serios, también cuenta con mecanismos de resistencia vibrantes y adaptativos.
En tiempos donde el miedo pretende imponerse como instrumento de control, la reacción de amplios sectores sociales en Estados Unidos representa un recordatorio poderoso: la libertad de expresión no es un lujo de tiempos de bonanza, sino una necesidad vital, especialmente en momentos de adversidad.