
De exconvicto a estrella de cine: el inicio accidental de Danny Trejo
La historia de Danny Trejo no es solo un relato de redención, sino un testimonio de cómo las oportunidades pueden llegar incluso en los escenarios más inesperados. En 1985, mientras aún trataba de reconstruir su vida tras años de adicciones y prisión, recibió una llamada que lo llevó a un set de filmación. Lo que parecía una salida nocturna con la promesa de fiesta, terminó siendo el primer paso de una prolífica carrera en Hollywood.
El filme era Runaway Train, protagonizado por Jon Voight y Eric Roberts. Al llegar al set, Trejo fue identificado de inmediato como “tipo rudo”, no solo por su actitud, sino por sus tatuajes y su historia personal. Un miembro del equipo le preguntó si podía interpretar a un convicto. Su respuesta fue directa: “Lo he hecho gratis toda mi vida”.
Ese miembro del equipo era Eddie Bunker, un exconvicto que, como Trejo, había encontrado un nuevo camino en el cine. Al reconocerlo como excampeón de boxeo de la prisión de San Quintín, lo recomendó para entrenar a Eric Roberts en escenas de combate. El pago: 320 dólares diarios. Una cifra que, para Trejo, representaba una oportunidad económica inimaginable… y completamente legal.
Su habilidad para manejar a Roberts durante las escenas de boxeo no solo impresionó al equipo técnico, también conquistó al director ruso Andrei Konchalovsky, quien de inmediato lo invitó a actuar en la película. Con un gesto típico europeo, lo saludó con un beso en ambas mejillas. Trejo, aún ajeno a esas costumbres, reaccionó con humor y exigió aumento si iba a seguir “besando señores”.
Ese día no solo debutó como actor. También obtuvo su tarjeta del Sindicato de Actores (SAG), un documento que marcó su entrada oficial a la industria cinematográfica. De ganar 160 dólares semanales antes de impuestos, pasó a recibir el doble cada día, en un entorno profesional y legal. “Nunca en mi vida había visto tanto dinero… bueno, solo en un robo”, bromeó años después.
La anécdota, narrada por el propio Trejo, resume el espíritu de una vida marcada por los extremos: la violencia y la redención, la prisión y el estrellato, la calle y los sets de filmación. Pero también refleja una verdad poderosa: el talento y la autenticidad, cuando se presentan en el momento adecuado, pueden abrir puertas que parecían imposibles.
Hoy, Danny Trejo es mucho más que el icónico “Machete”. Es un símbolo de transformación personal, un activista por los derechos de los expresidiarios y un empresario exitoso. Su historia inspira no solo por su espectacularidad, sino por su capacidad para mostrarnos que incluso los caminos más accidentados pueden llevar a destinos extraordinarios.
Y todo comenzó con una llamada… y un tatuaje.