
Aunque poco se hable de él, el cáncer de vejiga es uno de los tipos de cáncer más frecuentes en el mundo. A menudo denominado el “cáncer olvidado”, este padecimiento es el noveno más diagnosticado globalmente y el sexto entre los hombres. Solo en Estados Unidos, se estima que más de 80,000 personas serán diagnosticadas en el transcurso del año, de acuerdo con datos de la American Cancer Society. Sin embargo, sigue estando fuera del radar para la mayoría de las personas, en gran parte por la falta de concientización y recursos destinados a su investigación y prevención.
Mayo es el Mes de Concientización sobre el Cáncer de Vejiga, una campaña que busca arrojar luz sobre los síntomas que suelen pasar desapercibidos o confundirse con afecciones más comunes, como infecciones urinarias o renales. Esta confusión puede ser peligrosa, ya que en este tipo de cáncer la detección temprana es clave para mejorar el pronóstico y la eficacia del tratamiento.
El cáncer de vejiga se produce cuando las células sanas que recubren el interior de la vejiga comienzan a crecer descontroladamente. La mayoría de los casos —alrededor del 90 %— se clasifican como carcinoma urotelial o de células de transición. Dependiendo de qué tan profundo haya penetrado el tumor, se clasifica como cáncer superficial (limitado al revestimiento) o invasivo (cuando atraviesa la pared muscular o se ha diseminado a otros órganos o ganglios).
Este tipo de cáncer afecta principalmente a personas mayores de 50 años y es más común en hombres que en mujeres. En Canadá, por ejemplo, es el cuarto cáncer más diagnosticado entre hombres y el décimo entre mujeres. Algunas figuras públicas que han enfrentado esta enfermedad incluyen al legendario cantante Frank Sinatra, el basquetbolista Maurice Lucas y el bajista de Grateful Dead, Phil Lesh.
Uno de los principales desafíos en torno al cáncer de vejiga es que actualmente no existen pruebas de detección temprana ampliamente implementadas. Por lo tanto, el diagnóstico depende en gran medida de que los pacientes identifiquen y comuniquen sus síntomas. El más común —y el que nunca debe ignorarse— es la presencia de sangre en la orina, aunque se presente una sola vez. El doctor Girish Kulkarni, cirujano urólogo del Centro Oncológico Princesa Margarita, enfatiza la importancia de tomar este signo con seriedad. Otros síntomas incluyen dolor o ardor al orinar, necesidad urgente o frecuente de orinar, sensación de no poder vaciar completamente la vejiga y molestias que no se explican por una infección diagnosticada.
En cuanto a los factores de riesgo, el estilo de vida desempeña un papel central. El principal es el tabaquismo: los químicos presentes en el humo del tabaco son filtrados por los riñones y se almacenan temporalmente en la vejiga, donde pueden dañar las células. A esto se suman exposiciones laborales a sustancias tóxicas como tintes, pinturas, plásticos y gases industriales, comunes en ocupaciones como la peluquería, la manufactura o la pintura industrial. Debido a esta relación directa con el entorno laboral y los hábitos, el cáncer de vejiga afecta de forma desproporcionada a personas de menor nivel socioeconómico.
A pesar de su prevalencia, este tipo de cáncer recibe una porción mínima de la financiación destinada a la investigación oncológica. Según Kulkarni, ni siquiera figura entre las 20 enfermedades con más recursos asignados, a pesar de estar a la par con otros cánceres como el de próstata o el colorrectal en cuanto a incidencia. Esta desatención ha derivado en una notable disparidad en la atención médica y la calidad del tratamiento para quienes lo padecen.
El cáncer de vejiga es altamente recurrente, lo que implica que, incluso tras un tratamiento exitoso, puede volver a aparecer. Por ello, la vigilancia médica debe mantenerse constante a lo largo del tiempo, aumentando aún más la carga emocional y económica de los pacientes.
Conocer los síntomas, reducir los factores de riesgo y exigir una mayor atención médica y científica son pasos cruciales para dejar de tratar al cáncer de vejiga como una enfermedad invisible. Porque cuando se detecta a tiempo, hay mucho que se puede hacer para mejorar la calidad y esperanza de vida de quienes lo enfrentan.