
La existencia del enigmático “Planeta Nueve” ha sido durante años una posibilidad fascinante dentro de la astronomía moderna. Ahora, un equipo de investigadores encabezado por Amos Chen, de la Universidad Nacional Tsing Hua en Taiwán, ha dado un paso significativo al identificar dos posibles candidatos que podrían corresponder a este hipotético planeta gigante, utilizando un enfoque innovador basado en la detección de su calor, no de su luz.
El hallazgo se basa en datos recopilados por AKARI, un telescopio espacial japonés que realizó el mapa más sensible de todo el cielo en luz infrarroja lejana. A diferencia de los telescopios ópticos tradicionales que buscan la luz solar reflejada por los objetos, AKARI captó señales térmicas, es decir, el débil calor emitido de forma natural por los cuerpos celestes. Esta estrategia es especialmente eficaz para detectar objetos muy lejanos y fríos, como el supuesto Planeta Nueve, cuya órbita estaría entre 400 y 800 veces más lejos del Sol que la Tierra.
Según las estimaciones, este cuerpo tendría una masa de 5 a 10 veces la terrestre, lo que lo convertiría en un verdadero gigante helado. A tales distancias, la luz solar reflejada se atenúa drásticamente, volviéndose 16 veces más débil cada vez que se duplica la distancia al Sol. En cambio, la radiación térmica solo se reduce a una cuarta parte, lo que la convierte en una alternativa mucho más viable para localizar un planeta oculto.
El equipo orientó su búsqueda a una región específica del cielo, basada en simulaciones computacionales que analizan los patrones orbitales de los objetos transneptunianos del Cinturón de Kuiper. La clave era encontrar objetos que parecieran fijos durante un solo día, pero que revelaran un movimiento sutil al analizar datos recogidos a lo largo de varios meses. Este comportamiento es el esperado para un planeta distante, que se movería muy lentamente en el cielo en comparación con objetos cercanos como asteroides.
Tras un exhaustivo proceso de comparación y filtrado de datos para descartar señales falsas como rayos cósmicos y galaxias lejanas, los investigadores lograron identificar dos objetos que coinciden con las predicciones teóricas tanto en ubicación como en intensidad de la señal infrarroja. Aunque todavía no hay una confirmación definitiva de que alguno de estos sea el esquivo Planeta Nueve, el hallazgo constituye la pista más concreta hasta ahora en una búsqueda que ha desconcertado y entusiasmado a los astrónomos desde hace casi una década.
Confirmar su existencia no solo implicaría añadir un nuevo planeta al mapa del Sistema Solar, sino que obligaría a repensar la historia de su formación. El descubrimiento podría revelar información clave sobre la migración de los planetas gigantes, la arquitectura del espacio exterior y el papel de los objetos invisibles en la dinámica del sistema solar.
Por ahora, el misterio sigue abierto, pero el calor de un gigante lejano podría estar marcando el camino hacia uno de los hallazgos más trascendentes de la astronomía contemporánea.