
Por Bruno Cortés
El 21 de abril de 2025, el mundo católico se estremeció con la noticia del fallecimiento del Papa Francisco, quien partió a los 88 años tras una prolongada enfermedad. La noticia fue confirmada por fuentes oficiales como Vatican News y Reuters, marcando el fin de un pontificado profundamente transformador. El Papa argentino, nacido Jorge Mario Bergoglio, no solo fue el primer pontífice latinoamericano y jesuita, sino también una figura clave en el intento por modernizar la Iglesia Católica y acercarla a los sectores históricamente marginados.
Desde su elección en 2013, el Papa Francisco fue una figura de cambio. Rechazó el lujo del Vaticano y eligió vivir en la residencia de Santa Marta, dio prioridad a las causas sociales, impulsó reformas administrativas dentro del Vaticano y enfrentó, sin evasivas, las sombras de abuso y corrupción dentro de la Iglesia. Su liderazgo se destacó por el enfoque humano y terrenal, preocupado más por las periferias que por los pasillos del poder.
Uno de los momentos más memorables de su pontificado para el pueblo mexicano fue su visita en 2016. Recorrió lugares emblemáticos como Ecatepec, Tuxtla Gutiérrez y Ciudad Juárez, donde su presencia no fue meramente simbólica. Su discurso frente al fenómeno del narcotráfico y la corrupción resonó con fuerza entre fieles y no creyentes. “No se puede dialogar con el diablo”, dijo al condenar la violencia estructural. En cada ciudad dejó un mensaje de justicia, compasión y responsabilidad moral para las autoridades y la ciudadanía.
Francisco también abrazó las causas globales, y su encíclica Laudato Si marcó un hito en la doctrina ambiental de la Iglesia. El documento, publicado en 2015, no solo abordó el cambio climático como un desafío moral, sino que fue ampliamente citado por líderes internacionales, activistas y científicos. En el contexto mexicano, donde los megaproyectos, la tala ilegal y la contaminación siguen erosionando territorios indígenas y rurales, el texto papal fue una brújula ética para los defensores del medio ambiente.
Su compromiso con los migrantes fue otro eje que tocó de manera directa a México. En 2025, meses antes de su fallecimiento, volvió a criticar duramente las políticas de cierre de fronteras y criminalización de la migración. El pontífice recordaba con insistencia que los migrantes “no son números ni amenazas, sino rostros humanos con historias que merecen dignidad”. Ese posicionamiento lo convirtió en una figura de esperanza entre comunidades desplazadas en el norte y sur del país.
Los últimos años de su vida estuvieron marcados por una salud frágil. A pesar de una cirugía pulmonar en su juventud y varios episodios de bronquitis e influenza en la última década, continuó cumpliendo con sus deberes hasta semanas antes de su muerte. En marzo de 2025, tras ser diagnosticado con neumonía bilateral, fue hospitalizado y posteriormente regresó a su residencia en el Vaticano, donde finalmente falleció un día después de bendecir a los fieles por Pascua.
Las reacciones a su muerte han sido masivas y emotivas. En México, el presidente emitió un mensaje reconociendo la cercanía del Papa con los pueblos latinoamericanos. Líderes religiosos y sociales han resaltado su figura como un hombre de paz y diálogo. En Roma, ya se preparan los rituales para su funeral y el cónclave que elegirá a su sucesor. Cabe destacar que el 80% de los cardenales electores fueron nombrados por él, lo que podría asegurar una línea de continuidad en la visión progresista que impulsó.
Con su partida, se cierra un capítulo audaz en la historia de la Iglesia Católica. El Papa Francisco no solo fue un líder espiritual, sino un actor político y social que supo leer los signos de los tiempos y actuar en consecuencia. Su muerte representa una pérdida para millones, pero también una oportunidad para que sus enseñanzas perduren y florezcan más allá del Vaticano.