Imagina un lugar donde el peso de tu cuerpo desaparece, donde no hay sonidos, ni luces, ni presión sobre tus músculos. Solo flotas, suspendido en agua tibia, en un silencio que parece borrar el tiempo. Para quienes viven con dolor crónico, ansiedad o insomnio, esta experiencia no es un lujo, sino una terapia emergente con efectos profundos: la flotación sensorial (REST).
Las terapias de flotación se realizan en cápsulas o tanques llenos de agua con una alta concentración de sales de Epsom (sulfato de magnesio), que permiten flotar sin esfuerzo. El líquido se mantiene a 34.5 °C, la misma temperatura que la piel, lo que hace que los límites del cuerpo se difuminen. En la oscuridad y el silencio, el cerebro deja de procesar estímulos externos, y el sistema nervioso, constantemente alerta en personas con dolor crónico, finalmente puede descansar.
Vivir con dolor persistente es como tener una alarma encendida las 24 horas. El cuerpo está en modo supervivencia, tenso, agotado. La flotación actúa como un «reseteo», disminuyendo la actividad del sistema nervioso simpático (responsable de la respuesta al estrés) y activando el parasimpático (que promueve la relajación y la recuperación).
Lo que dice la ciencia
Aunque la investigación aún es limitada, los estudios muestran resultados prometedores:
- Un metaanálisis de 2024 encontró mejoras significativas en dolor, ansiedad y sueño en pacientes con fibromialgia después de varias sesiones.
- Un estudio en PLoS ONE (2018) demostró que una sola sesión reduce la ansiedad y mejora el estado de ánimo.
- Otros reportes indican disminución en los niveles de cortisol, la hormona del estrés.
Además, el magnesio absorbido a través de la piel ayuda a relajar músculos y reducir inflamación, mientras que la ingravidez alivia la presión en articulaciones y columna.
¿Y si da claustrofobia?
Es una preocupación común, pero los centros adaptan la experiencia: se puede dejar la tapa entreabierta, usar luz tenue o música suave. No se trata de forzar la relajación, sino de permitir que el cuerpo encuentre su propio ritmo. Algunas personas se duermen, otras entran en un estado meditativo, y muchas simplemente disfrutan de no sentir dolor por un rato.
La flotación no es una cura milagrosa, pero sí una pieza valiosa en el manejo del dolor crónico. Combinada con terapia psicológica, ejercicio adaptado o mindfulness, puede ayudar a romper el círculo vicioso de dolor-ansiedad-insomnio.
Para quienes llevan años luchando contra su propio cuerpo, flotar no es solo una terapia. Es un acto de resistencia: recordar que, aunque el dolor no desaparezca, siempre habrá momentos de paz.