
En el norte de Tabasco, donde el majestuoso río Grijalva se encuentra con el Golfo de México, se localiza Frontera, un destino que sorprende por su riqueza natural, su herencia histórica y su gastronomía inigualable. A pesar de su importancia como uno de los principales puertos de la región, Frontera es un lugar que rara vez aparece en las guías turísticas tradicionales, lo que lo convierte en un auténtico tesoro oculto para quienes buscan experiencias genuinas y sabores locales.
El corazón de este pueblo vibra al ritmo de su identidad pesquera, profundamente ligada a las aguas dulces y saladas que lo rodean. Aquí, la vida transcurre entre el ir y venir de embarcaciones comerciales y el incesante trabajo de los pescadores que diariamente traen a tierra el ingrediente estrella de la región: el pejelagarto. Este peculiar pez, considerado un fósil viviente con más de 100 millones de años de existencia, es uno de los símbolos más arraigados de Tabasco.
El pejelagarto no solo es un alimento, sino un emblema cultural. Aunque puede encontrarse en otras partes del sureste mexicano y Centroamérica, en Frontera se dice que se prepara de la mejor manera. Su versión más célebre es asada, cocida directamente al fuego y acompañada de ensaladas frescas, empanadas o plátanos. También se disfruta en salsa verde o en una creativa ensalada que se ha vuelto una alternativa local al tradicional platillo de atún. En este último, la carne desmenuzada del pejelagarto se mezcla con jitomate, cebolla, chile y jugo de naranja, ofreciendo un sabor único que refleja la identidad del lugar.
Más allá de su cocina, Frontera se abre al visitante con paisajes espectaculares y una biodiversidad extraordinaria. Muy cerca se encuentra la Reserva de la Biósfera Pantanos de Centla, una de las zonas de humedales más importantes de Norteamérica. Este santuario natural, que ocupa más de 300,000 hectáreas, es hogar de reptiles, anfibios, aves migratorias y una amplia variedad de flora. La mejor manera de explorar este ecosistema es a través de la Ruta de los Pantanos, un recorrido en balsa que permite adentrarse en los canales hasta llegar al punto conocido como Tres Brazos, donde confluyen los ríos Usumacinta y Grijalva, formando un espectáculo natural de imponente belleza.
Frontera es mucho más que un puerto; es un lugar donde la historia, la tradición y la naturaleza se entrelazan en cada rincón. Con su clima cálido y húmedo, su atmósfera tranquila y su cocina auténtica, es un destino que invita a disfrutar sin prisas. Para completar la experiencia, las cercanas playas como Chambor, El Bosque y Miramar ofrecen espacios ideales para relajarse y admirar el mar tabasqueño.
En un estado muchas veces ignorado por las rutas turísticas convencionales, Frontera se presenta como una joya discreta pero fascinante, donde se come, se vive y se respira Tabasco en su forma más auténtica. Si buscas un viaje diferente, con sabor, historia y naturaleza, este pueblo te está esperando.