
Durante siglos, la jurema preta ha sido parte fundamental de rituales indígenas en Brasil. Esta planta, conocida científicamente como Mimosa tenuiflora, crece en el agreste del noreste del país y ha sido valorada no solo por sus propiedades místicas, sino también por su potencia psicoactiva. Hoy, la ciencia comienza a mirar más de cerca sus posibles beneficios terapéuticos, en especial para tratar trastornos como la depresión.
Un estudio reciente publicado en la revista Nature sugiere que esta planta, cuyas raíces contienen dimetiltriptamina (DMT), podría tener un impacto significativo en pacientes con depresión resistente. Aunque el cultivo y tenencia de la jurema preta no están prohibidos en Brasil, el uso del DMT sí lo está, salvo en contextos científicos o religiosos, como los que históricamente la han rodeado.
El interés médico se ha disparado gracias al trabajo de investigadores como Draulio Araujo, físico del Instituto del Cerebro de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte. En condiciones controladas de laboratorio, Araujo y su equipo han extraído DMT de la jurema para administrar dosis a pacientes diagnosticados con depresión. Durante seis meses, 14 personas inhalaron DMT vaporizado bajo estricta supervisión médica. Los resultados fueron prometedores: “Un día después de la intervención ya presentaron una mejoría importante en sus síntomas”, señaló el investigador. Varios participantes describieron la experiencia como un momento de revelación o cambio de perspectiva vital.
Sin embargo, el entusiasmo científico viene acompañado de cautela. Araujo aclara que el DMT no es una solución milagrosa, ni funciona para todos por igual. En los ensayos, la sustancia se combina con terapia psicológica, y en muchos casos, se mantiene el tratamiento farmacológico tradicional. Fernanda Palhano-Fontes, neurocientífica del mismo instituto, destaca que esta combinación puede ser clave para su eficacia y seguridad. La variabilidad en los resultados refuerza la necesidad de ampliar la muestra y seguir investigando.
Más allá de los laboratorios, algunas personas han experimentado con la planta por cuenta propia. Guaracy Carvajal, programador brasileño de 31 años, fumó DMT que extrajo artesanalmente en su casa a partir de raíces adquiridas en un mercado callejero. Su experiencia, aunque transformadora en lo personal, también lo llevó a concluir que no se trata de una cura definitiva. Asegura que la vivencia le permitió repensar aspectos fundamentales de su vida, lo que describe como «una vida más leve».
En contraste con estos usos individuales y experimentales, las ceremonias religiosas de jurema preta siguen vivas. En Planaltina, cerca de Brasilia, asistentes vestidos de blanco se reúnen en patios para tomar un brebaje preparado con raíces de jurema mezcladas con otras plantas. El ambiente se llena de cantos, tambores y una atmósfera espiritual que, para algunos como Joyce Souza, facilita una conexión interior profunda. “No es ninguna alucinación”, afirma. “Mis canales espirituales quedan más accesibles”.
A pesar de estos antecedentes tradicionales, la ruta hacia el reconocimiento médico oficial de la jurema preta es aún larga. Araujo prevé que se necesitarán al menos cinco años más de investigación con grupos más amplios para definir cuándo y cómo podría incorporarse esta sustancia a un entorno clínico real. De momento, su uso está confinado a ensayos controlados y contextos religiosos permitidos, pero la promesa está latente.
El camino de la jurema preta —de los rituales chamánicos a los estudios publicados en Nature— muestra cómo las plantas que durante siglos fueron entendidas como herramientas de conexión espiritual, hoy podrían transformarse en aliadas de la medicina moderna.