Durante años, la Ciudad de México fue conocida por su caos vial, su tráfico interminable y su aire saturado de smog. Sin embargo, entre los autos y avenidas congestionadas, una nueva forma de habitar la ciudad ha ido ganando espacio: la bicicleta. Lo que comenzó como una opción recreativa o alternativa, hoy se consolida como parte esencial de la movilidad y la cultura urbana.
El programa “Muévete en Bici”, impulsado por la Secretaría de Movilidad (SEMOVI), ha sido uno de los motores de este cambio. Cada domingo, desde 2007, más de 80 mil personas —familias, deportistas, trabajadores y curiosos— toman las avenidas principales de la ciudad, que se cierran al tránsito motorizado para transformarse en un paseo seguro y libre. Son 55 kilómetros de rutas que conectan Reforma, el Centro Histórico, Polanco, Condesa y otros puntos clave. Pero más que un simple paseo, el evento ha fomentado una comunidad diversa que entiende la bicicleta como herramienta de salud, convivencia y ciudadanía.
En paralelo, la infraestructura ciclista se ha multiplicado. Hoy la CDMX cuenta con más de 300 kilómetros de ciclovías y biciestacionamientos, además del sistema de bicicletas compartidas Ecobici, que ha renovado su flota con unidades eléctricas y extendido su cobertura a nuevas alcaldías. Esto ha permitido que la bici deje de ser vista solo como vehículo de recreo para convertirse en un medio real de transporte diario, incluso para quienes combinan trayectos con el Metro o el Metrobús.
Los beneficios son tangibles: menor tiempo de traslado, ahorro económico, mejora en la salud y, por supuesto, reducción de emisiones contaminantes. Pero también hay un componente cultural poderoso: el ciclista urbano ha transformado la manera en que se vive el espacio público. Las calles, antes dominadas por automóviles, son hoy escenario de encuentros, ferias, música y activismo ambiental.
“Montarse en la bici te cambia la percepción del entorno. Descubres calles, parques y murales que nunca ves cuando vas en coche”, dice Alejandra, una joven que comenzó a pedalear al trabajo durante la pandemia. “Además, hay una red de ciclistas que se apoyan entre sí. Te sientes parte de algo.”
Aun así, los retos persisten. Los accidentes viales, la falta de respeto a las ciclovías y la inseguridad en algunas zonas siguen siendo obstáculos para que más personas adopten la bicicleta de forma cotidiana. Por ello, colectivos y autoridades impulsan campañas de educación vial, infraestructura más segura y políticas que reconozcan al ciclista como actor prioritario en la movilidad urbana.
La bici-cultura en la Ciudad de México no es una moda pasajera: es una transformación silenciosa que redefine la manera en que sus habitantes se mueven, se encuentran y respiran. Cada pedaleo, cada calle cerrada al tráfico, cada domingo sin motores es una afirmación de que otra ciudad —más humana, verde y conectada— es posible.
