
En una ciudad como la CDMX, donde la contaminación y el consumo desmedido son desafíos constantes, adoptar hábitos sostenibles puede marcar una diferencia significativa. Desde cómo nos movemos hasta lo que comemos, cada decisión cotidiana ofrece una oportunidad para disminuir nuestro impacto ambiental. Aquí te presentamos acciones concretas y alcanzables que cualquier habitante de la capital puede implementar para reducir su huella de carbono.
La CDMX ha dado pasos importantes para fomentar transportes menos contaminantes. El sistema Ecobici, por ejemplo, rompió récords de usuarios en 2023, con un crecimiento del 53% tras expandirse a alcaldías como Azcapotzalco y Coyoacán. La ciudad cuenta ya con más de 239 km de ciclovías, una infraestructura que facilita los trayectos cortos en bicicleta. Para distancias mayores, el Metro y el Metrobús son opciones eficientes: el primero mueve a 4.6 millones de personas diariamente, mientras que el segundo transporta a más de 800 mil pasajeros, reduciendo así la cantidad de vehículos en circulación.
Si el auto es indispensable, considera compartir viajes con compañeros de trabajo o amigos. Mantener el vehículo en buen estado —con llantas infladas y servicios al día— también ayuda a minimizar emisiones. Pequeños ajustes, como evitar aceleraciones bruscas, pueden hacer que cada litro de gasolina rinda más.
Energía eficiente en casa: ahorrar sin sacrificar comodidad
El hogar es otro espacio donde podemos marcar la diferencia. Cambiar focos tradicionales por bombillas LED puede reducir el consumo de energía entre 50% y 80%. Desconectar aparatos eléctricos cuando no se usan es clave, ya que el «consumo fantasma» representa hasta el 11% del gasto energético en los hogares.
La CDMX también ofrece el programa Ciudad Solar, que brinda asesoría gratuita para instalar paneles fotovoltaicos o calentadores solares. Esta iniciativa no solo disminuye la huella de carbono, sino que puede generar ahorros significativos en el recibo de luz a mediano plazo.
Alimentación consciente: comer bien sin dañar el planeta
Optar por productos locales y de temporada no solo beneficia a los productores mexicanos, sino que reduce las emisiones asociadas al transporte de alimentos. Mercados como La Merced o Jamaica son excelentes opciones para comprar directamente a agricultores. Incorporar más vegetales y legumbres en la dieta, reduciendo el consumo de carne, también tiene un impacto positivo: la ganadería es una de las actividades más contaminantes a nivel global.
Planificar las comidas semanales y evitar el desperdicio de alimentos son otras medidas sencillas pero efectivas. Cada año, toneladas de comida terminan en la basura, lo que representa un doble golpe al ambiente: los recursos usados en su producción se pierden, y su descomposición genera gases de efecto invernadero.
Gestión de residuos: las 3R en acción
Separar la basura, compostar los desechos orgánicos y participar en programas como el Reciclatrón —que recolecta electrónicos en desuso— son acciones que contribuyen a una ciudad más limpia. Las pilas, por ejemplo, deben depositarse en contenedores especiales del programa «Ponte Pilas» para evitar que sus componentes tóxicos contaminen el suelo.
Adoptar un estilo de vida «Basura Cero» implica preferir productos reutilizables y evitar los de un solo uso. Llevar siempre una bolsa de tela, un termo para el café o recipientes para alimentos puede reducir drásticamente la cantidad de residuos que generamos.
Agua: un recurso que no podemos darnos el lujo de malgastar
En una ciudad con estrés hídrico como la CDMX, cada gota cuenta. Duchas de menos de cinco minutos, cerrar la llave mientras nos cepillamos los dientes y reutilizar el agua de enjuague para limpieza son hábitos fáciles de adoptar. Para quienes tienen espacio, instalar un cosechador de lluvia es una excelente opción: el gobierno local ofrece apoyo técnico y financiero para su implementación.
El poder de lo colectivo
Ningún cambio es insignificante cuando se multiplica. Participar en huertos urbanos, talleres de reciclaje o iniciativas comunitarias amplifica el impacto individual. La transición hacia una ciudad más verde no depende solo de políticas públicas, sino de la suma de acciones cotidianas. Como bien dice el lema: «No necesitamos a unas pocas personas haciendo cero desperdicio perfectamente, sino a millones haciéndolo imperfectamente».