
Aceptar estar en una relación donde participan más de dos personas puede responder a muchos factores, y no siempre implica una postura de resignación o sufrimiento. La decisión, aunque compleja, depende en gran medida de las circunstancias individuales, los acuerdos entre las partes y las expectativas de vida y amor que cada persona tiene.
En algunos casos, quienes permanecen en este tipo de relaciones lo hacen por motivos que socialmente suelen considerarse «razonables», como la estabilidad de los hijos, la presión familiar, la dependencia económica o el deseo de mantener la estructura del hogar. Sin embargo, estas razones pueden derivar en un escenario difícil y doloroso donde florecen la desconfianza, los reproches y la insatisfacción. Las personas pueden quedarse por miedo, por falta de opciones visibles o simplemente porque no encuentran la fuerza para dar el paso hacia otra alternativa de vida. Esta situación puede transformar la convivencia en una rutina dolorosa que, tarde o temprano, requiere ser replanteada.
En otros casos, la permanencia en una relación no convencional es una decisión consciente y, lejos de generar conflicto, puede ser vivida con tranquilidad y disfrute. Hay personas que deciden que no les afecta que su pareja tenga vínculos con alguien más y se sienten cómodas con la dinámica que esto implica. Algunas parejas incluso acuerdan mantener encuentros con otras personas, siempre que esto se haga de forma discreta o consensuada, como parte de un modelo de relación abierta que prioriza la honestidad y el respeto mutuo.
También está la realidad de quienes permanecen en este tipo de relaciones por miedo a la soledad, por sentirse sin opciones o por falta de redes sociales sólidas, algo que puede suceder en personas migrantes, en quienes dedican la mayor parte de su tiempo al trabajo o en quienes experimentan un aislamiento afectivo. Para ellas, continuar con una pareja que tiene a alguien más puede parecer la única alternativa viable, aunque no siempre sea la más satisfactoria.
Ante estas realidades, lo más importante es no juzgar las decisiones propias ni las de los demás. Cada persona hace lo mejor que puede con las herramientas que tiene y con las emociones que atraviesa. La vida en pareja, como cualquier aspecto de la vida, es un proceso de aprendizaje y evolución, y siempre está la posibilidad de replantearse los acuerdos y de construir un nuevo camino.
Una invitación valiosa es reflexionar sobre el modelo de amor que deseamos para nuestra vida: ¿qué tipo de relación nos nutre? ¿Qué tipo de vínculo nos hace sentir en paz? Hoy existen múltiples formas de entender el amor: relaciones monógamas tradicionales, relaciones abiertas, poliamor, vínculos sin etiquetas y hasta acuerdos únicos que cada pareja diseña a su medida. Lo fundamental es que cada persona y cada pareja se sientan en armonía con sus valores, intereses y deseos, y que los acuerdos sean respetados por todos los involucrados.
El modelo de amor correcto no lo dicta la sociedad, lo dicta la congruencia entre lo que deseamos, lo que acordamos y lo que vivimos. En este sentido, cada pareja tiene la oportunidad de construir un amor a la medida, un vínculo donde los integrantes puedan ser auténticos y felices.