
Desde sus inicios, el Universo Cinematográfico de Marvel (MCU) nos ha acostumbrado a escenas épicas, batallas espectaculares y héroes casi invencibles. Sin embargo, Thunderbolts, la nueva película de la franquicia, propone algo diferente: llevar la salud mental al primer plano. Bajo su envoltorio de acción y efectos especiales, esta historia pone el foco en el dolor silencioso, las heridas no curadas y la necesidad de apoyo emocional, incluso entre quienes pueden derribar edificios o detener ejércitos.
La película reúne a un grupo de antihéroes marcados por el trauma, la culpa y la pérdida. Yelena Belova, interpretada nuevamente por Florence Pugh, encarna ese sentimiento de vacío existencial desde la primera escena. La muerte de su hermana Natasha y la disolución de su familia elegida la han dejado sin rumbo, sin propósito, atrapada en una lucha interna. Su travesía emocional no es un adorno narrativo, sino el motor del relato, mostrando que incluso la más hábil de las asesinas puede sentirse vulnerable y rota.
A su lado, personajes como John Walker, Bucky Barnes o el misterioso Bob —quien carga con el peso de su transformación en The Void— también enfrentan sus propios infiernos. Bob, también conocido como Sentry, es uno de los casos más impactantes. Antes del experimento que le dio poderes, ya sufría de problemas mentales sin tratar. Después, esas condiciones se agravan y toman forma física en The Void, una oscura manifestación de la depresión que amenaza con devorarlo todo. Marvel personifica así una lucha interna que miles de personas enfrentan cada día: la de convivir con una sombra que busca arrasar con su bienestar emocional.
Lo notable en Thunderbolts no es solo la representación del trauma, sino cómo se aborda. La película no recurre al dramatismo exagerado ni a clichés vacíos. En cambio, presenta a sus personajes como personas que no han encontrado todavía una salida, pero que están dispuestos a buscarla, aunque sea tambaleando. Al hacerlo, la cinta subraya la importancia de contar con una red de apoyo. Yelena no supera su dolor sola; lo hace junto a un equipo que, aunque disfuncional, la acompaña y sostiene cuando más lo necesita.
El guion evita sermones, pero deja claro un mensaje poderoso: los superpoderes no inmunizan contra el sufrimiento. Y, más aún, que hablar de salud mental en espacios tan masivos como el cine de superhéroes no solo es valiente, sino necesario. Como dijo Lewis Pullman, quien interpreta a Bob, en una conferencia de prensa, “es en el silencio donde realmente surge el sufrimiento”. Con esta frase resume el espíritu de una película que se atreve a poner en palabras —y en pantalla— aquello que durante mucho tiempo fue tabú.
Al final, Thunderbolts logra algo inusual: una historia de acción que es también una reflexión sobre el dolor interno, la necesidad de sanar y el poder de encontrar un lugar al que pertenecer. Marvel nos recuerda que los héroes no solo luchan contra enemigos externos, sino también contra sus propias sombras. Y que, a veces, el verdadero acto de valentía es pedir ayuda.