Trump y Harris: Debate reñido con margen mínimo para error

Por Juan Pablo Ojeda

 

A medida que se acerca la elección presidencial de noviembre en Estados Unidos, el panorama político se ha tornado más incierto de lo que muchos esperaban. La aprobación de la reforma al Poder Judicial y los recientes acontecimientos han transformado una contienda que parecía decidida en favor del ex presidente Donald Trump. El debate de julio, donde el presidente Joe Biden tuvo un desempeño desastroso, y el intento de asesinato en un rally en Butler, Pensilvania, habían dejado a Trump en una posición de ventaja, casi asegurando su regreso a la Casa Blanca. La imagen de un Trump desafiante y dominante contrastaba con un Biden aparentemente debilitado, lo que parecía inclinar la balanza hacia el ex presidente.

Sin embargo, el inesperado retiro de Biden el 21 de julio, justo después de la Convención Republicana, ha cambiado las reglas del juego. Su salida en el momento preciso, seguida por el rápido ascenso de Kamala Harris como candidata demócrata, ha reconfigurado el escenario electoral. Según la última encuesta de New York Times/Siena, Trump lidera a Harris por un estrecho margen de solo 1 punto porcentual, con un 48% de intención de voto frente al 47% de la demócrata.

La decisión de Biden de retirarse, impulsada por miembros de su partido y donantes, desorientó a Trump y a los republicanos, quienes aún luchan por encontrar una estrategia efectiva para enfrentar a la nueva candidata. Trump se vio atrapado con la elección de J.D. Vance como su compañero de fórmula, una decisión que, lejos de ampliar su base de apoyo, podría haberla reducido, al no atraer a votantes moderados que podrían ser cruciales para ganar la elección.

Por otro lado, Harris, al elegir al gobernador de Minnesota, Tim Walz, de 60 años, como su compañero de fórmula, ha logrado capturar parte del apoyo de los votantes del interior de Estados Unidos que antes respaldaban a Trump. Walz, con su amplia experiencia política, ha ayudado a mejorar los números de Harris en este segmento crucial. Sin embargo, Harris enfrenta el desafío de mantener el impulso ganado durante la Convención Demócrata, donde su candidatura recibió un fuerte respaldo de figuras prominentes del partido como los Clinton, los Obama y Nancy Pelosi.

A pesar del entusiasmo inicial y el apoyo financiero significativo, Harris no ha logrado capitalizar completamente sobre el momentum de su candidatura. Su desempeño en una reciente entrevista con CNN no ayudó a aumentar su apoyo, y su capacidad para atraer votantes latinos y afroamericanos sigue estancada en los niveles que tenía Biden. No obstante, Harris ha tenido éxito en incrementar su apoyo entre los votantes blancos trabajadores, una base importante para los demócratas.

Trump, mientras tanto, enfrenta desafíos propios. Su mayor obstáculo podría ser él mismo, con su tendencia a autodestruirse en debates y apariciones públicas. Su discurso de cierre en la Convención Republicana, que comenzó con un tono moderado antes de escalar a un ataque agresivo, ejemplifica la dificultad de controlar su imagen pública. La falta de una carta de novedad, como en 2016, y su historial como ex presidente y perdedor en la elección de 2020 complican su campaña.

Harris debe encontrar el equilibrio en el debate, evitando criticar demasiado a su predecesor Biden mientras se presenta como el cambio necesario para Estados Unidos. Su experiencia como fiscal de distrito podría ser una ventaja, pero también enfrenta la difícil tarea de desmarcarse de la administración actual mientras lucha contra un adversario conocido por su agresividad y retórica incendiaria.

En este ambiente tan polarizado, el apoyo de figuras republicanas tradicionales como los Cheney y los McCain a Harris añade una dimensión interesante al electorado. Por otro lado, el apoyo inesperado de Robert F. Kennedy Jr. a Trump añade una capa adicional de complejidad.

Las predicciones de Allan Lichtman, conocido por su precisión en pronósticos electorales, que favorecen a Harris, no son definitivas. La única certeza es que la elección de noviembre será extremadamente reñida, con los “swing states” como Pensilvania, Georgia y Carolina del Norte jugando un papel crucial en el resultado final.

 

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