
En lo que parece una escena salida de una leyenda urbana, un estudio de suelo realizado en la Escuela Primaria Valentín Gómez Farías, ubicada en el centro histórico de Zacatecas, reveló un hallazgo inesperado y conmovedor: restos humanos de al menos ocho infantes y parte del esqueleto de un adulto, presumiblemente del siglo XIX. El descubrimiento tuvo lugar el 24 de abril de 2025, durante las obras de rehabilitación del inmueble, las cuales estuvieron a cargo del Instituto Zacatecano para la Construcción de Escuelas y la Secretaría de Obras Públicas estatal, con supervisión del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
El edificio donde se hizo el hallazgo tiene una historia extensa. Su construcción comenzó en 1612 y funcionó durante siglos como convento y hospital de la Orden de San Juan de Dios. Posteriormente, fue ocupado por la orden mercedaria, lo que lo convierte en un testigo arquitectónico y espiritual de más de 400 años de historia zacatecana. Durante las excavaciones para estudios de mecánica de suelo, los trabajos derivaron en el hallazgo de un féretro infantil decorado, junto con otros entierros de menores y restos óseos humanos dispersos.
El ataúd, de madera y con grabados en rombos azules, contenía a un infante envuelto en una mortaja color café. Llamó la atención de los expertos la orientación poco común del ataúd, con los pies hacia el sudeste, lo que sugiere que el entierro pudo haber carecido del ritual católico habitual. Encima de ese féretro se encontraron los restos de otros cuatro menores y partes óseas de un adulto; por debajo, tres bultos más con esqueletos infantiles. La mayoría presenta un estado de conservación moderado.
La recuperación de los restos fue encabezada por la arqueóloga Baudelina Lydia García Uranga y la antropóloga física Lilian Ivette García Maya, con apoyo de los restauradores Josué Israel Moreno Fraga y Miriam Jazmín Pineda Bravo. Aunque aún no se han realizado estudios detallados como el análisis osteológico, ya se infiere que los infantes murieron en etapas tempranas de vida, desde los no nacidos hasta los seis años de edad.
Entre los elementos hallados que podrían ayudar a precisar la cronología de los entierros se encuentra una moneda fechada en 1862, así como botones, cerámica, metales, fragmentos de tela y un trozo de papel con inscripciones en un idioma no identificado. Además, se recuperó una clave de arco con el escudo de la Orden Mercedaria, tallado en cantera barroca, identificado por el historiador del INAH Limonar Soto Salazar. Todo esto refuerza la hipótesis de que las osamentas pertenecen al siglo XIX y se vinculan a la historia conventual del sitio.
El INAH ha confirmado que los restos serán resguardados en el Museo de Guadalupe para su posterior análisis durante el segundo semestre del año. Además de aportar valiosa información sobre las prácticas funerarias y la vida cotidiana de la época, el hallazgo se convertirá en recurso didáctico para estudiantes de antropología y arqueología, abriendo nuevas ventanas al pasado de Zacatecas.
Este caso demuestra que las leyendas sobre antiguas construcciones, muchas veces desdeñadas como mitos, pueden guardar profundas verdades históricas bajo sus cimientos.