Los Demonios del Poder
Por Carlos Lara Moreno
La argentinización de México
La argentinización de la economía mexicana ya no es una provocación retórica: es una advertencia. No se trata de copiar crisis ajenas, sino de reconocer patrones que se repiten cuando el poder confunde popularidad con sostenibilidad. México comienza a caminar por una cornisa peligrosa: gasto social creciente, presión fiscal mal distribuida y ausencia de una reforma fiscal seria que afronte la realidad.
El gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo hereda, y profundiza, un modelo que privilegia la transferencia directa de recursos como eje de gobernabilidad. Los programas sociales, lejos de ser una red temporal de apoyo, se han convertido en el corazón del pacto político.
De ahí el choque cada vez más visible por su entrega: movilizaciones, bloqueos, presión organizada y una lógica perversa donde el beneficio deja de ser un derecho condicionado y se transforma en botín político.
El problema no es ayudar a los más pobres. El problema es hacerlo sin reglas claras, sin evaluación, sin salida. Cuando el Estado regala dinero sin exigir corresponsabilidad, educación, capacitación, inserción productiva, no combate la pobreza: la administra. Y peor aún, la vuelve dependiente. Argentina lo sabe bien: subsidios eternos, productividad estancada y una sociedad atrapada entre inflación y frustración.
La otra cara del modelo es el castigo silencioso a la población económicamente activa que sí paga impuestos. Cada año se le carga más la mano al contribuyente cautivo: asalariados formales, pequeñas y medianas empresas, profesionistas. No hay incentivos, no hay alivios, no hay reconocimiento. Solo una narrativa moralizante donde pagar impuestos es obligación patriótica, mientras el dinero se diluye en programas sin futuro productivo.
La ausencia de una reforma fiscal es el elefante en la habitación. Sin ella, el gobierno opta por el camino fácil: exprimir a los mismos de siempre y financiar el gasto con deuda implícita, recortes disfrazados o inflación futura. Eso también es argentinización: posponer decisiones difíciles hasta que la realidad las impone de forma brutal.
El discurso oficial evita una verdad incómoda: no hay dinero que alcance si no se genera riqueza. Y no se genera riqueza desincentivando el trabajo, premiando la inactividad o castigando al que produce. Un Estado que normaliza el subsidio como forma de vida termina debilitando el tejido social, erosionando la cultura del esfuerzo y minando la confianza en el futuro.
Sheinbaum enfrenta una disyuntiva que definirá su sexenio. Puede corregir el rumbo, ordenar el gasto, impulsar una reforma fiscal progresiva y productiva, y transformar los programas sociales en verdaderas palancas de desarrollo. O puede profundizar el camino del aplauso fácil, la dependencia electoral y la economía del corto plazo.
Los Demonios del Poder siempre susurran lo mismo: “regala hoy, paga mañana”. México aún está a tiempo de no escucharles.
