
En la Ciudad de México surge una propuesta culinaria que rescata tradición y busca sanar por dentro: dietas antiinflamatorias locales que reinventan platillos típicos —como tacos con nopales y chiles— para minimizar la inflamación crónica y reducir riesgos de enfermedades en cerca de un 25 %.
La idea parte de que muchos males modernos —diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares— tienen un componente inflamatorio persistente. Ajustar la alimentación con ingredientes autóctonos que funcionen también como moduladores de la inflamación puede ofrecer un enfoque accesible y culturalmente arraigado para prevenir esos trastornos.
Entre esos ingredientes sobresale el nopal. Estudios en modelos animales han demostrado que el consumo de nopal reduce biomarcadores de inflamación intestinal —por ejemplo, IL-6— y estrés oxidativo. Esa acción antiinflamatoria del nopal lo convierte en aliado para quienes buscan comer con más propósito que solo sabor.
Los chiles también cobran protagonismo: contienen compuestos bioactivos como capsaicina y polifenoles que pueden inhibir rutas inflamatorias, modular señales de óxido nítrico y favorecer circulación. Cuando se combinan con otros ingredientes ricos en antioxidantes —tomate, cebolla morada, hierbas locales— el efecto puede reforzarse.
Un estudio sobre dietas tradicionales mexicanas observó que una alimentación basada en maíz, frijol, tomate y nopal reduce el estrés oxidativo y mejora el metabolismo de carbohidratos en modelos de obesidad. Eso sugiere que retomar elementos ancestrales puede contribuir a atenuar respuestas inflamatorias crónicas.
Para aplicarlo al taco chilango, los nutricionistas proponen versiones regeneradas: tortilla integral o de maíz azul, relleno de nopales salteados con cebolla y chile serrano, acompañados de salsa viva preparada con jitomate asado, cilantro fresco y limón. También sugieren evitar excesos de grasa saturada y quesos altos en sal, que pueden promover inflamación.
Una receta sugerida podría incluir: nopales cocidos al dente con un poco de cebolla morada y chile de árbol, mezclados con champiñones o proteína magra (pollo o pescado) y coronados con salsa de jitomate con epazote. Todo envuelto en tortilla de maíz azul o blanca, ligeramente calentada.
Para tener efecto real en la salud, los expertos recomiendan incorporar ese tipo de comida al menos 4 o 5 veces por semana, combinada con ejercicio y sueño adecuado. Con esos ajustes cotidianos, se puede lograr una reducción de los marcadores inflamatorios (como proteína C reactiva) e incluso un descenso del riesgo de molestias crónicas del orden del 20-30 %.
Obviamente, no es milagro ni alimento único capaz de curar todo. Estas dietas deben convivir con chequeos médicos, control de factores como tabaquismo, estrés y sedentarismo. Pero ofrecen una puerta para reconectar con sabores propios mientras se come con conciencia de salud.
En la urbe donde el taco es religión, esta propuesta busca que lo que entra por la boca también sane el cuerpo. Comer local ya no será solo acto cultural, sino acto de prevención.