En una maniobra política que pudiera decidir el destino de la capital mexicana y de otros siete estados, el tablero electoral se ha vuelto un complejo puzzle de género y estrategia. Morena, el partido en el poder y estandarte de la llamada cuarta transformación, enfrenta un reto sin precedentes: obedecer la “exhortación obligatoria” del Instituto Nacional Electoral (INE) para balancear géneros en sus candidaturas, mientras asegura mantener su hegemonía.
El presidente de Morena, Mario Delgado, se encuentra ante la tesitura de sacrificar a candidatos masculinos punteros en las encuestas por cumplir con la cuota de paridad de género. Las repercusiones de estas decisiones son más que meras cifras; se trata del sentir de una base militante que ve en los próximos líderes la continuidad de un proyecto político que ha marcado al país.
La polémica estalló cuando Jesús Sesma Suárez, del Partido Verde en la CDMX, desafió la lógica de coalición al condicionar su apoyo solo si Omar García Harfuch encabeza la boleta electoral de 2024. Esta posición fue rápidamente matizada tras la firme respuesta de Delgado, recordando que los acuerdos se discuten en instancias nacionales y no locales.
La situación es aún más delicada cuando se observa que algunos candidatos, como Clara Brugada en la CDMX, no solo satisfacen el requisito de paridad de género sino que representan una apuesta segura para mantener el poder. Las encuestas reflejan un escenario donde las preferencias se inclinan hacia Brugada entre los votantes de izquierda, mientras que Harfuch, aunque puntero, parece ser el favorito de los sectores opositores.
Sasil de León, por el estado de Chíapas. mujer
Rocío Nahle, por el estado de Veracruz mujer
Alejandro Armenta, por el estado de Puebla hombre
Javier May, por el estado de Tabasco hombre
Rabindranath Salazar, por Morelos hombre
Carlos Lomelí, por Jalisco hombre
Antares Vásquez, por Guanajuato mujer
Verónica Camino Farjat, por Yucatán mujer
Clara Brugada, por Ciudad de México mujer
Morena se encuentra, pues, en un cruce de caminos donde la decisión no solo atañe a cumplir con una cuota, sino a interpretar las lecturas subyacentes de las encuestas y tomar una decisión que, a largo plazo, consolide su visión política. El desafío está en juego y la militancia espera un actuar coherente con la ideología que los ha llevado a dominar la política mexicana desde 1997.