
En un país donde los presupuestos culturales son tratados como lujos innecesarios y el medio ambiente como daño colateral del progreso, Cinema Planeta persiste. No solo sobrevive, sino que se reinventa. A 17 años de su fundación, este festival —con sede en Cuernavaca, Morelos— celebra su mayoría de edad con una iniciativa inédita: CP:GreenMarketMX, el primer mercado internacional de cine medioambiental en México. Una apuesta audaz en tiempos en que los mercados se saturan de contenido sin conciencia, y el planeta, literalmente, arde.
Del 25 al 27 de septiembre, Cinemex Plaza Bugambilia será el epicentro de este ecosistema cinematográfico que fusiona arte, activismo y academia. CP:GreenMarketMX no es solo un espacio para ver películas; es una trinchera para las ideas que aún creen que el cine puede salvar al mundo, o al menos sacudirlo un poco. Doce galas de cine, funciones especiales, sesiones de pitching, conferencias y talleres configuran un mapa vibrante donde convergen cineastas, productores, estudiantes y soñadores con vocación ecologista.
La joya de la programación es, sin duda, el espacio de pitching, donde ocho proyectos en postproducción —desde México, Cuba, Turquía y España— buscarán apoyo técnico, curaduría y visibilidad en la red de festivales ambientales. Entre ellos, títulos como Las tres cabañas, Del suelo al cielo: herencia micelial, Cantando en tiempos oscuros y Cacomixtle proponen narrativas urgentes y poéticas, con jurados como Eugenia Montiel, Antonino Isordia y La Visual Mafia, quienes no regalan aplausos, pero sí herramientas.
Pero lo que realmente distingue a Cinema Planeta no es su red internacional, ni sus talleres de alto perfil (aunque tener a Nicolás Celis como conferencista inaugural no es poca cosa), sino su vínculo con las infancias. Las Salas Ambientales Escolares, suspendidas por cinco años, regresan en 2025 para movilizar a más de 19 mil alumnos de primaria y preparatoria. No es una cifra menor. Es la prueba de que el cine puede —y debe— sembrarse en edad temprana, como semilla de resistencia y empatía.
Este regreso de las Salas Ambientales, del 17 al 26 de septiembre en Cuautla y Cuernavaca, no se limita a poner películas frente a niños. Se trata de generar un diálogo entre ciencia y narrativa, entre lo que vemos y lo que hacemos. Aquí, el ajolote Bätsi dialoga con la memoria de la tierra, mientras los estudiantes debaten, preguntan, reflexionan. En un país donde las aulas están saturadas de violencia y carencias, Cinema Planeta entra con películas como Después de la lluvia o Ayer soñé con el fin del mundo, armando trincheras poéticas en vez de pizarras grises.
La conferencia de prensa —con presencias como Ángeles Cruz, Andrés Delgado y Eleonora Isunza, fundadora del festival— fue clara: Cinema Planeta no quiere ser solo un festival de cine, sino un laboratorio de transformación cultural y ecológica, un espacio donde el celuloide tenga vocación vegetal y el activismo sea tan entretenido como implacable.
A 17 años de su fundación, la organización civil se sostiene como un referente internacional, miembro del Green Film Network y firme creyente en que el cine no es solo entretenimiento, sino herramienta de supervivencia. En medio de un contexto donde el cambio climático es desestimado como narrativa apocalíptica por muchos gobiernos, Cinema Planeta ofrece otra historia: una donde sí hay esperanza, pero no sin acción colectiva, ni sin historias valientes.