
El 18 y 19 de septiembre, el primer ministro de Canadá, Mark Carney, visitará México para reunirse con la presidenta Claudia Sheinbaum, con la mirada puesta en reforzar los lazos comerciales y las inversiones mutuas. Más allá de discursos y protocolo, esta reunión ocurre en un momento crítico: aranceles en ascenso, presiones globales sobre cadenas de suministro y la revisión inminente del T-MEC.
Sheinbaum ha confirmado que los temas sobre la mesa serán comercio bilateral, inversiones canadienses en minería, gas natural y ferrocarriles, puertos marítimos, así como normas ambientales estrictas en sectores extractivos. Por ejemplo, mencionó que una concesión ferroviaria antiguamente estadounidense ahora es canadiense, reflejando cómo las inversiones transfronterizas ya operan en México, lo que podría abrir más oportunidades si se ajustan regulaciones, infraestructura y ambiente de negocios.
El contexto político y económico influye de forma clara: la administración Trump ha anunciado o aplicado aranceles elevados sobre acero, autos, aluminio, provocado incertidumbre para los exportadores bajo el T-MEC (también llamado USMCA). México y Canadá comparten la urgencia de asegurarse de que el acuerdo trilateral funcione y proteja sus intereses frente a medidas unilaterales. Para Canadá, México es un socio clave, especialmente si los aranceles a ciertos bienes siguen escalando, lo que puede afectar cadenas de suministro, inversión extranjera directa, y estabilidad regional.
También se espera que en estas reuniones se aborden temas de diversificación del comercio: fortalecer puertos, tránsito marítimo, logística aduanera, y mecanismos que favorezcan el intercambio sin barreras excesivas. Sheinbaum ha insistido en normas ambientales “no negociables” para proyectos mineros canadienses que operen en México, lo que podría generar ajustes importantes para las empresas de ese sector.
Para México, esta visita representa una oportunidad de atraer capital extranjero más allá de la relación con Estados Unidos, potenciar el desarrollo regional (minería responsable, infraestructura ferroviaria, energía) y mejorar su posición frente a futuros eventos diplomáticos o económicos. Para Canadá, es reforzar alianzas, asegurar que sus inversiones estén protegidas y explorar nuevos mercados en un ambiente geopolítico que exige flexibilidad.
Aunque aún no se ha confirmado toda la agenda ni los acuerdos finales, lo que sí se da por hecho es que ambas partes pondrán sobre la mesa expectativas muy altas, con la urgencia de sortear los desafíos arancelarios y las disrupciones a nivel mundial. Si logran acuerdos concretos, esta visita puede marcar un parteaguas en la relación comercial de Norteamérica.