
El Buque Escuela ARM Cuauhtémoc, conocido como el “Embajador y Caballero de los Mares”, regresó este fin de semana al muelle 86 de Manhattan, Nueva York, tras completar una serie de pruebas en mar para certificar su navegación, comunicación, propulsión, mástiles y demás sistemas reparados.
Este retorno ocurre luego de que el velero sufriera un choque muy grave con el puente de Brooklyn la noche del 17 de mayo de 2025 cuando realizaba una maniobra de zarpe. En dicho accidente murieron dos tripulantes, hubo al menos 20 heridos, algunos de gravedad, y daños importantes en los mástiles del buque.
Según autoridades mexicanas, la maniobra estaba bajo el control de un piloto portuario estadounidense en ese momento. Aunque se descartó que fallara el motor, las causas exactas del accidente aún no se conocen, y se espera que las investigaciones duren al menos un año.
Una controversia más: la Secretaría de Marina reservó por cinco años las bitácoras de reparación del Cuauhtémoc correspondientes al periodo 2022-2025 bajo el argumento de que divulgar esos documentos podría generar interpretaciones mediáticas inexpertas y afectar la confidencialidad de la investigación. Gilson Latinus dio a conocer esta restricción.
El choque, además de la pérdida humana, ha puesto en el centro del debate la seguridad de las maniobras portuarias, las condiciones de los barcos escuela y los protocolos de emergencia. También ha levantado críticas sobre transparencia institucional, pues muchos cuestionan por qué se reserva información clave si la obligación pública parece demandar lo contrario.
El velero partió de México con alrededor de 277 personas a bordo, incluidos cadetes de la Heroica Escuela Naval Militar. Su viaje formaba parte del crucero de instrucción “Consolidación de la Independencia de México 2025”, un itinerario que contemplaba visitas a 22 puertos en 15 países. América Yamilet Sánchez, cadete de Veracruz, y Adal Jair Marcos, marino de Oaxaca, son los jóvenes que perdieron la vida.
Ahora que el Cuauhtémoc está de regreso en Nueva York, se abre una nueva etapa: verificación técnica, análisis detallados, posibles sanciones por negligencia si las investigaciones lo determinan, y también —para algunos— la necesidad de que la Marina rinda cuentas públicas claras. La reparación material ya empezó, pero la reparación de la confianza será mucho más larga.