
Desde hace décadas, los científicos han observado una extraña anomalía en el campo magnético de la Tierra: una zona donde la protección natural del planeta se debilita notablemente. Esta región, conocida como la Anomalía del Atlántico Sur, se extiende entre África y Sudamérica y ha despertado un creciente interés debido a su expansión y su posible relación con una futura inversión de los polos magnéticos terrestres.
Los primeros indicios se detectaron en la segunda mitad del siglo XX, pero hoy, gracias a las tres naves Swarm lanzadas por la Agencia Espacial Europea (ESA) en 2013, se ha podido estudiar con precisión el fenómeno. Los datos recopilados durante más de una década confirman que la anomalía no solo crece, sino que su intensidad magnética disminuye a un ritmo acelerado. En 2025, su extensión equivale a la mitad del continente europeo.
El campo magnético terrestre es generado por el movimiento del hierro fundido en el núcleo del planeta, un proceso conocido como efecto dínamo. Este flujo turbulento de metal líquido produce corrientes eléctricas que, a su vez, generan el campo magnético que envuelve a la Tierra y la protege de la radiación solar y los rayos cósmicos. Además, es esencial para la orientación de muchas especies migratorias y para mantener la atmósfera estable.
Sin embargo, el campo magnético no es uniforme ni estático. Su intensidad fluctúa y, a lo largo de millones de años, los polos magnéticos se han invertido en repetidas ocasiones. La última inversión ocurrió hace unos 780 mil años. Los científicos creen que la actual anomalía podría ser un indicio de que un nuevo cambio se aproxima, aunque no hay certezas sobre cuándo podría suceder, ya que este proceso suele desarrollarse de manera gradual durante miles de años.
La ESA señala que, bajo la Anomalía del Atlántico Sur, las líneas del campo magnético se comportan de forma inusual: en lugar de salir del núcleo terrestre —como se esperaría en el hemisferio sur—, algunas parecen regresar hacia él. Chris Finlay, investigador de la Universidad Técnica de Dinamarca y miembro del proyecto Swarm, explicó al portal Science Alert que la región no es uniforme, pues “se está deformando de manera diferente hacia África que cerca de Sudamérica”, lo que sugiere que “algo especial está ocurriendo en esa zona que provoca un debilitamiento más intenso del campo”.
El fenómeno preocupa no solo por sus implicaciones geofísicas, sino también por sus posibles efectos sobre la vida y la tecnología. Un campo magnético debilitado podría reducir la protección frente a la radiación solar, incrementando la exposición de satélites, astronautas y sistemas electrónicos a partículas energéticas. Esto podría causar interferencias en telecomunicaciones, daños en satélites, interrupciones en la red eléctrica y desorientación en animales que dependen del magnetismo terrestre para migrar.
Aun así, los expertos aclaran que una inversión de polos no representaría un cataclismo inmediato. Más bien, se trataría de una transición prolongada en la que el campo perdería fuerza antes de reconfigurarse. La vida en la Tierra probablemente sobreviviría, aunque la humanidad tendría que adaptarse a nuevos desafíos tecnológicos y ambientales.
La expansión de la Anomalía del Atlántico Sur es, por ahora, un recordatorio de lo dinámico que es nuestro planeta. Comprender su evolución es esencial no solo para anticipar los efectos de una eventual inversión polar, sino también para valorar la delicada red de condiciones que hacen posible la vida. En un universo vasto y aparentemente hostil, la Tierra continúa demostrando lo improbable y frágil que resulta su equilibrio.