
El clásico brindis con martini o champaña pierde terreno frente a las nuevas generaciones. Una encuesta de Harper’s Bazaar Australia, publicada en octubre de 2025, reveló que el 55% de los jóvenes de la Generación Z prefiere bodas sin alcohol o con opciones “zero proof”, priorizando el bienestar integral y la autenticidad sobre la tradición. Esta tendencia, bautizada en redes como #MocktailWedding, se viraliza con más de 15 millones de historias en Instagram, mostrando barras de kombucha, ginger beer y tés infusionados que protagonizan las celebraciones.
La encuesta también refleja una división generacional. Mientras los jóvenes impulsan la sobriedad como parte de un estilo de vida consciente, el 24% de los estadounidenses aún se muestra indeciso y apenas el 16% defiende la abstinencia total de alcohol, según datos complementarios de Yahoo/YouGov. Sin embargo, lo que antes parecía impensable —una boda sin copas— hoy es símbolo de inclusión, sostenibilidad y control financiero.
En plataformas como TikTok, el desafío #RecetaSoberBridal acumula más de ocho millones de duetos, donde planificadores, chefs y novias muestran cocteles sin alcohol de autor, con ingredientes como jengibre, menta o flores comestibles. Estas propuestas, además de visualmente atractivas, se alinean con el auge del movimiento “sober curious”, que promueve un consumo consciente y ha crecido más de 25% desde 2020 con el apoyo de apps de bienestar.
La decisión de eliminar el alcohol no es solo una cuestión de salud: también de presupuesto. Según datos de la plataforma de planificación Zola, las bodas secas pueden ahorrar hasta 15 mil dólares, recursos que las parejas destinan a mejoras en fotografía, música o decoración. En palabras de una usuaria viral: “Usamos el dinero de la barra para contratar a un DJ y fue la mejor inversión”.
En redes sociales, las reacciones han sido mixtas. Mientras influencers y celebridades celebran la sobriedad como una forma de libertad, sectores más tradicionales —particularmente entre los boomers— la califican de “aburrida” o “poco festiva”. En X, los debates se intensificaron cuando algunos medios defendieron la idea del “cash bar” —donde los invitados pagan sus bebidas—, postura que los jóvenes etiquetaron como “privilegio disfrazado de etiqueta”.
Sin embargo, los defensores del movimiento insisten en que no se trata de prohibir, sino de elegir. “No estamos cancelando el alcohol; estamos ofreciendo alternativas”, explicó en una entrevista una influencer conocida como @SoberBride, cuya boda sin alcohol fue tendencia. Su video, en el que los invitados preparan sus propias infusiones, superó el millón de compartidos y se convirtió en símbolo de un nuevo tipo de celebración: más participativa, menos impulsiva.
La tendencia también tiene un componente ecológico. Al eliminar las botellas desechables y reducir el uso de vidrio y plástico, las bodas sin alcohol contribuyen a eventos más sostenibles. En un contexto donde las nuevas generaciones asocian el lujo con la responsabilidad ambiental, el “brindis verde” se convierte en una declaración de valores tanto como de estilo.
El cambio no solo redefine las fiestas, sino la cultura del amor moderno. Los especialistas en comportamiento social coinciden en que la Generación Z concibe las bodas como espacios seguros, no como desbordes sociales. Prefieren compartir experiencias auténticas y conscientes en lugar de excesos alcohólicos que antes se asumían como parte del ritual.
Para el futuro inmediato, los expertos predicen una convivencia híbrida: menús con opciones mixtas, donde el vino y los cócteles tradicionales coexistan con propuestas sin alcohol. Lo importante, dicen, será la libertad de elección. En palabras de un organizador de eventos: “El brindis del futuro no será por olvidar la noche, sino por recordarla completa”.