
CDMX a 22 de agosto, 2025.- Un video mostrado por el periodista Claudio Ochoa puso en evidencia a Marcelo Luis Ebrard Casaubón, secretario de Economía, viajando en primera clase en un vuelo de Aeroméxico. El trayecto iba de Washington a Ciudad de México, y al parecer trató de evitar ser grabado ingresando último en el avión. Esta escena choca de frente con los ideales de austeridad impuestos por la presidenta Claudia Sheinbaum y su gobierno. Aunque no hay aún una reacción oficial de parte de Ebrard o la Secretaría, el contraste entre discurso y acciones ya está en boca de todos.
Claudia Sheinbaum ha dejado claro desde su llegada al poder que el ejercicio del mando debe caracterizarse por humildad, honestidad y sencillez. Incluso redactó una carta para todos los militantes de Morena donde establece que no se debe viajar en avión o helicóptero privado, ni usar ropa de marca, ni llevar séquito de lujo, ni frecuentar restaurantes caros. Ella misma cuenta que rechaza subirse a primera clase, aunque le insistan —“no viajo en primera clase, y miren que me lo han pedido”, dijo públicamente—.
Por si esto fuera poco, Morena reforzó recientemente sus reglas internas: prohibió inmediatamente los viajes en primera clase, el uso de vehículos privados de lujo y actos ostentosos, todo para alinearse con los principios de austeridad que promueve Sheinbaum, evitando que la fantasía política opaque su ética.
El caso de Ebrard se suma a una lista de contradicciones notorias dentro del partido, que ya incluye viajes lujosos de otros dirigentes como los de Ricardo Monreal, Andy López Beltrán y Mario Delgado. Estas diferencias entre el discurso y las actitudes reales generan cada vez más críticas desde redes, ciudadanos y medios.
Este episodio plantea preguntas serias: ¿qué tanto afecta la credibilidad política de un movimiento si sus figuras no caminan al mismo ritmo que su mensaje de austeridad? ¿Puede la presidenta corregir internamente o está perdiendo el control de su propia narrativa?