
El Festival de Venecia arrancó su edición número 82 bajo un clima marcado por la tensión política y las protestas en torno a la guerra en Gaza. En la rueda de prensa inaugural, el director del certamen, Alberto Barbera, rechazó las peticiones del colectivo Venice for Palestine (V4P), que exigía excluir a artistas que apoyen a Israel, entre ellos la actriz israelí Gal Gadot y el escocés Gerard Butler, parte del elenco de In the hand of Dante.
Barbera fue enfático en defender la independencia del festival: “La Bienal de Venecia es la principal institución cultural italiana, un lugar de apertura y debate que no ejerce censura alguna sobre nadie. Por eso devolvemos al solicitante la petición de retirar la invitación a artistas”, aseguró. No obstante, el director también expresó su pesar por la situación en Gaza: “Hemos declarado claramente nuestro enorme dolor por lo que sucede en Palestina, por la muerte de civiles y sobre todo niños, víctimas a menudo definidas con el término horrendo de ‘daños colaterales’ de guerras que nadie ha conseguido aún detener”.
La polémica se intensificó la semana pasada, cuando más de 1,500 personas firmaron una carta abierta pidiendo que la Mostra se convirtiera en un espacio de denuncia ante lo que definen como un “genocidio palestino”. Además, el colectivo V4P ha convocado una manifestación en el Lido veneciano este sábado, en pleno desarrollo del festival.
Pese a las tensiones, el conflicto de Gaza no ha quedado fuera de la programación. En competencia por el León de Oro se encuentra la película The voice of Hind Rajab, que relata la trágica historia de una niña palestina asesinada tras quedar atrapada en un coche durante un bombardeo israelí. La selección refleja cómo el cine continúa siendo un espacio para narrar y visibilizar los efectos de los conflictos armados.
Durante la misma conferencia, el presidente del jurado, el cineasta estadounidense Alexander Payne, fue cuestionado sobre la polémica, pero prefirió no pronunciarse: “Estoy aquí para valorar películas”. Aun así, reflexionó sobre el papel del cine en la sociedad, recordando clásicos como The great dictator de Charlie Chaplin y To be or not to be de Ernst Lubitsch. “Esas películas no evitaron la guerra ni el Holocausto, pero son documentos que prueban que la gente sabía lo que ocurría. El cine puede no cambiar la historia, pero deja constancia de su tiempo”, concluyó.
El inicio del Festival de Venecia demuestra que, más allá del glamour y la alfombra roja, el cine sigue siendo un terreno donde el arte, la política y la memoria histórica se entrecruzan en busca de reflexión.