
La inteligencia artificial ya no es una promesa lejana; es una realidad que está redefiniendo el mundo del trabajo a una velocidad sin precedentes. Robert F. Smith, reconocido empresario y filántropo estadounidense, ha lanzado una advertencia contundente: el avance imparable de la IA y la robótica podría eliminar la mayoría de los empleos actuales, afectando a cerca del 60% de la población activa. Esta proyección no es un augurio apocalíptico, sino el reflejo de una transformación laboral global cuyas consecuencias sociales y económicas aún son difíciles de prever.
Lecciones del pasado: la tecnología como motor de cambio
La historia económica demuestra que las revoluciones tecnológicas siempre han reconfigurado el empleo. La mecanización de los siglos XVIII y XIX desplazó a campesinos y artesanos, pero abrió paso a la industria manufacturera. La electricidad y la informatización del siglo XX transformaron nuevamente el panorama laboral, eliminando algunos oficios mientras creaban profesiones entonces inimaginables: desarrolladores de software, ingenieros de sistemas, especialistas en ciberseguridad.
La diferencia crucial con la actual revolución de la inteligencia artificial radica en su escala y velocidad. Por primera vez, las máquinas no se limitan a automatizar tareas físicas repetitivas; son capaces de emular y superar capacidades cognitivas humanas en áreas como el análisis de datos, la creación de contenido e incluso la toma de decisiones estratégicas. Smith ilustró esta realidad con una advertencia directa a los asistentes de una conferencia financiera: de los más de 5.000 gestores e inversores presentes, unos 3.000 podrían ver sus empleos amenazados por algoritmos más eficientes y menos costosos.
La doble cara de la automatización: desaparición y creación de empleo
El impacto de la IA se extiende más allá de los trabajos manuales. Smith subraya que «hoy hay mil mil millones de trabajadores del conocimiento en el planeta, y todos esos empleos cambiarán». Profesiones que parecían intocables por la automatización —analistas financieros, abogados, periodistas, radiólogos— enfrentan ahora una disrupción sin precedentes. Empresas como Microsoft han identificado hasta 40 ocupaciones vulnerables ante herramientas como ChatGPT o Copilot, desde traductores y transcriptores hasta agentes de servicio al cliente.
Sin embargo, la historia sugiere que la tecnología destruye empleos pero también crea otros nuevos. La clave está en la naturaleza de estos nuevos roles. Jensen Huang, CEO de NVIDIA, advierte que incluso la programación tradicional podría dejar de ser una habilidad segura, ya que los sistemas de IA pueden generar código cada vez más complejo. Las profesiones emergentes probablemente girarán en torno a la gestión, supervisión y mejora de estos sistemas: especialistas en ética de IA, entrenadores de algoritmos, auditores de sesgos algorítmicos o integradores de sistemas autónomos.
El imperativo de la adaptación: renovarse o morir
Frente a este panorama, el mensaje de los líderes tecnológicos es unánime: la adaptación no es una opción, sino una necesidad de supervivencia profesional. Smith lo resume crudamente: «Renovarse o morir». La adquisición de competencias en inteligencia artificial —ya sea mediante su dominio técnico o mediante la comprensión de su aplicación estratégica— se convierte en el nuevo dividendo educativo.
Este proceso de transición, sin embargo, plantea desafíos sociales monumentales. La brecha entre quienes logren adaptarse y quienes queden rezagados podría ampliar la desigualdad existente, creando una división entre una minoría altamente capacitada y productiva y una mayoría que lucha por encontrar su place en el nuevo mercado laboral. La productividad se disparará para algunos, mientras otros deberán reinventarse en economías de servicios que aún no podemos imaginar.
El futuro del trabajo dependerá no solo de la evolución tecnológica, sino de nuestra capacidad colectiva para gestionar sus consecuencias. Invertir en educación continua, replantear los sistemas de protección social y fomentar la creación de nuevos sectores económicos serán esenciales para convertir esta amenaza existencial en la mayor oportunidad de progreso de nuestro tiempo.