
Durante décadas, los tubos de lava subterráneos de la Luna y Marte han sido vistos como posibles refugios para astronautas. Estas formaciones naturales podrían proteger de la radiación, las variaciones extremas de temperatura y los impactos de meteoritos, además de albergar pistas sobre la historia geológica de estos cuerpos celestes. Pero acceder a ellas ha sido un reto técnico enorme.
Un equipo europeo de investigadores, con la participación del Centro de Innovación en Robótica del Centro Alemán de Investigación para la Inteligencia Artificial (DFKI), presentó un concepto de misión innovador: un trío de robots autónomos trabajando en conjunto. La propuesta, publicada en Science Robotics, busca superar las limitaciones de un solo rover mediante cooperación, redundancia y mayor autonomía.
Cuatro fases hacia lo desconocido
El plan se divide en cuatro etapas: primero, los robots mapean la zona alrededor de una abertura colapsada —conocida como tragaluz— que conecta con los tubos de lava. Luego, se deposita un cubo sensor en la entrada para obtener datos iniciales. En la tercera fase, un pequeño rover desciende mediante cuerdas de forma controlada. Finalmente, ya dentro del conducto, el vehículo realiza un mapeo 3D detallado de la cueva.
Este concepto se probó en febrero de 2023 en Lanzarote, España, un entorno volcánico con características similares a las cuevas lunares. Allí participaron tres sistemas robóticos: SherpaTT, un rover de gran tamaño que sirvió de ancla; Coyote III, un vehículo ágil que descendió al interior; y LUVMI-X, que colocó el cubo sensor para las primeras mediciones.
Los resultados fueron exitosos. Coyote III logró desplazarse de manera autónoma por el terreno rocoso y generar un modelo tridimensional preciso del entorno. El trabajo coordinado permitió identificar el punto de descenso ideal y garantizar la seguridad del proceso.
El valor de un equipo robótico
La investigación subraya que un grupo heterogéneo de robots es más eficaz que un único vehículo o un enjambre homogéneo. Sus capacidades se complementan, las tareas se distribuyen y, si uno falla, los demás pueden continuar la misión. Esta estrategia no solo aporta datos cartográficos fiables, sino que también permite responder en tiempo real a desafíos imprevistos.
Uno de los retos pendientes es la comunicación. En las cuevas, las señales de control desde la Tierra se debilitan o se pierden, por lo que la autonomía de los sistemas es esencial. La prueba en Lanzarote demostró que los robots pueden adaptarse a entornos hostiles con mínima intervención humana.
Hacia las futuras bases lunares
Los tubos de lava están en la mira de la exploración espacial desde la década de 1960, pero hasta ahora la tecnología no había permitido un acceso seguro. Con los avances actuales, la posibilidad de instalar bases en estas cavidades naturales se acerca a la realidad.
Además de su aplicación extraterrestre, este tipo de misiones también tiene utilidad en la Tierra. La misma tecnología podría emplearse para estudiar zonas volcánicas peligrosas, cuevas profundas o lugares de difícil acceso para los humanos.
El éxito de SherpaTT, Coyote III y LUVMI-X representa un hito en la exploración espacial. Cada prueba nos acerca más al momento en que los astronautas no solo caminen sobre la superficie lunar, sino que se adentren en su interior, protegidos por las paredes naturales de los tubos de lava.