Por Bruno Cortés
La movilización, convocada de manera apartidista por colectivos juveniles nacidos entre 1997 y 2012, inició a las 11:00 horas en la capital y se extendió a lo largo del día en puntos clave del país. El detonante principal fue el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, el pasado 1 de noviembre, que simboliza la ola de violencia política con más de 200 mil homicidios acumulados en el sexenio actual. Organizadores enfatizaron que el movimiento busca un México seguro para todas las generaciones, sin alinearse a partidos políticos.
En la ruta principal de la Ciudad de México, el grupo partió por Paseo de la Reforma y Avenida Juárez, vistiendo predominantemente de blanco y portando símbolos como la bandera del anime One Piece para representar unidad y resistencia pacífica. Se unieron contingentes del Movimiento del Sombrero, que exige justicia para víctimas de violencia, y la Marcha de Bata Blanca, del sector salud, que reclama acceso a medicamentos. La explanada del Zócalo se llenó parcialmente con cientos de personas, incluyendo familias y adultos mayores, como la abuela del alcalde Manzo, quien participó en silla de ruedas.
Las demandas centrales incluyeron consignas como «Justicia para Carlos Manzo», «Abrazos no balazos matan» y «Fin a la corrupción e impunidad». Otros gritos resonaron con «Oportunidades para las nuevas generaciones», «Basta de impuestos abusivos» y «Respeto a las madres buscadoras» por los desaparecidos. Pancartas con flores cubrieron mensajes de dolor por la política criminal, y se guardaron momentos de silencio con sombreros en alto, evocando el luto colectivo en el bullicio del centro histórico.

Alrededor de las 13:00 horas, al aproximarse al Zócalo, un grupo minoritario conocido como «bloque negro» –encapuchados vestidos de negro– intentó derribar las vallas metálicas de tres metros instaladas frente a Palacio Nacional. Usaron martillos, barretas y esmeriles para forzar las barreras, mientras algunos trepaban y lanzaban cohetes hacia los elementos policiacos. La mayoría de los manifestantes se desmarcó de estas acciones, gritando «No a la violencia» para preservar el carácter pacífico de la protesta.
La respuesta de las autoridades incluyó el despliegue de cientos de policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y la Guardia Nacional. Inicialmente, usaron extintores con polvo químico para replegar al grupo, seguido de disparos de gas lacrimógeno y, según videos circulantes, lanzamiento de piedras para cerrar las puertas del Palacio. No se reportan heridos graves ni detenciones masivas hasta las 20:00 horas, aunque el saldo preliminar menciona conatos de riña y el cierre total de accesos al Zócalo por el gobierno capitalino.
La presidenta Claudia Sheinbaum justificó las medidas de contención como preventivas contra provocaciones, comparándolas con marchas previas de la CNTE. En su conferencia matutina, minimizó la convocatoria al afirmar que «ni a chavorrucos llegan» y la vinculó a una supuesta campaña de desinformación internacional con un costo estimado en 90 millones de pesos. Organizadores rechazaron estas acusaciones, insistiendo en que el movimiento surge del descontento orgánico por la inseguridad cotidiana.

Fuera de la capital, la asistencia varió: en Guadalajara, cientos recorrieron el centro histórico de manera pacífica; en Monterrey, se registraron entre 100 y 200 personas, con críticas locales por disturbios en CDMX; y en ciudades como Tijuana, Mérida y Chiapas, grupos de 200 a 500 exigieron seguridad local. En Mérida, predominaron adultos mayores pese al llamado juvenil. En total, las estimaciones nacionales apuntan a decenas de miles de participantes, aunque sin cifras oficiales consolidadas.
El impacto vial fue notable en la Ciudad de México, con cierres en Reforma, Juárez y el Zócalo que afectaron el Metrobús y el Metro –estaciones como Bellas Artes e Hidalgo se cerraron temporalmente–. Transmisiones en vivo por TikTok y YouTube capturaron el avance, desde el flujo ordenado inicial hasta el «búnker invisible» del Palacio acorazado. Algunos participantes sumaron tractores de granjeros al final de la marcha para amplificar la visibilidad.
En el mitin frente a las vallas restantes, se leyó un posicionamiento oficial que reitera el llamado a la revocación de mandato y transparencia gubernamental. Críticas opositoras señalan injerencia de PRI y PAN, pero los convocantes lo niegan, enfocándose en el hartazgo generalizado. La marcha refleja tensiones por la represión percibida y abre la puerta a réplicas en semanas venideras, mientras el debate sobre el rol juvenil en la política mexicana gana eco en redes con hashtags como #NoSomosBotsSomosMéxico.
