
Cada año, un fenómeno natural extraordinario transforma los bosques de Michoacán en un lienzo viviente de color naranja y negro. Millones de mariposas monarca completan su épico viaje de más de 4,000 kilómetros desde Canadá y Estados Unidos hasta los santuarios de El Rosario, Senguio y Sierra Chincua, en lo que constituye una de las migraciones más asombrosas del reino animal. Este 2024 se cumplen 17 años desde que la UNESCO declaró este corredor biológico como Patrimonio Mundial Natural, un reconocimiento que refuerza la importancia de su conservación.
La Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca no solo alberga este espectáculo único, sino que representa un frágil equilibrio ecológico. Las oyamel, los árboles preferidos por las monarca para hibernar, forman un microclima esencial para su supervivencia durante los meses invernales. «Este fenómeno es un testimonio de la asombrosa fuerza de la naturaleza y de la conexión inherente entre estos insectos y su entorno», destacó Roberto Monroy García, secretario de Turismo de Michoacán.
Un compromiso con la conservación
El gobierno de Michoacán ha reforzado su apuesta por proteger este legado natural. En enero de 2024, el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla destinó un millón de dólares al Fondo Monarca, una iniciativa que implementa pagos por servicios ambientales para incentivar la preservación de los bosques entre las comunidades locales. Además, como parte de los festejos por el 50 aniversario del descubrimiento de los santuarios, se adoptó una imagen conmemorativa que será utilizada durante todo el año en la promoción turística del estado.
El ecoturismo responsable se ha convertido en un pilar clave para la sustentabilidad de la región. Los visitantes que llegan entre noviembre y marzo no solo presencian el impresionante tapete de mariposas que cubre árboles y senderos, sino que contribuyen directamente a su protección. Las comunidades locales, guardianas ancestrales de estos bosques, han encontrado en el turismo sostenible una alternativa económica que beneficia tanto a las familias como al ecosistema.
Un legado que trasciende fronteras
La designación de la UNESCO en 2007 colocó a Michoacán en el mapa global de la conservación. Sin embargo, el camino no ha sido fácil: la tala clandestina, el cambio climático y la reducción de algodoncillos (plantas esenciales para la reproducción de las monarca en Norteamérica) siguen siendo amenazas latentes. Por ello, científicos, gobiernos y organizaciones civiles trabajan en conjunto para garantizar que este patrimonio natural continúe maravillando a las generaciones futuras.
«Visitar los santuarios es mucho más que un viaje; es ser testigo de un milagro de la naturaleza y participar activamente en su preservación», concluyó Monroy García. Con programas de reforestación, educación ambiental y turismo comunitario, Michoacán demuestra que la coexistencia entre el desarrollo humano y la conservación no solo es posible, sino necesaria.