
Por Bruno Cortés
En el ecosistema del marketing digital, los anuncios en Facebook se han convertido en un arma de doble filo. Por un lado, representan una de las herramientas más poderosas para alcanzar audiencias masivas con precisión quirúrgica; por otro, se han convertido en el caldo de cultivo perfecto para una industria paralela de supuestos “expertos” que prometen milagros digitales en forma de clics y likes que poco o nada tienen que ver con ventas reales.
El problema no está en la plataforma, sino en quienes la manipulan como si fuera una ruleta de casino: inflan cifras, venden ilusiones y ofrecen resultados exprés que, en la práctica, suelen quedarse en métricas de vanidad. Alcances millonarios y miles de interacciones suenan bien en un reporte mensual, pero cuando la caja registradora no suena, el espejismo se vuelve evidente.
Los verdaderos especialistas en publicidad digital coinciden en un punto: no toda interacción es valiosa. “De nada sirve tener 10 mil likes en un anuncio si esos usuarios no se convierten en clientes”, afirma Juan Carlos Méndez, estratega en marketing con más de una década de experiencia. El negocio de los falsos gurús radica precisamente en maquillar datos para impresionar a empresarios poco familiarizados con la analítica digital.
El fenómeno se extiende como plaga en grupos de WhatsApp, cursos en línea y hasta conferencias motivacionales. Se presentan como magos de las conversiones, pero rara vez hablan de tasas de retorno de inversión (ROI) o de costos por adquisición (CPA), los indicadores que realmente definen si una campaña publicitaria fue un éxito o un fracaso. En su lugar, abundan las gráficas coloridas y las frases grandilocuentes que harían sonrojar a cualquier político en campaña.
Sin embargo, no todo es farsa en el mundo de Facebook Ads. Cuando se utiliza con conocimiento y ética, la plataforma permite segmentar públicos de manera precisa, optimizar presupuestos y construir estrategias sostenibles que impactan directamente en las ventas. El reto está en separar a los verdaderos profesionales de los vendedores de humo. Para ello, los expertos sugieren pedir siempre evidencias: casos documentados, métricas transparentes y explicaciones claras sobre cómo se alcanzarán los objetivos.
La crítica social aflora con naturalidad: vivimos en una época donde la apariencia de éxito importa más que los resultados tangibles. Así como en la política se presumen encuestas infladas, en el marketing digital se presumen métricas inútiles. En ambos casos, el ciudadano o el empresario terminan pagando la factura de la manipulación.
El lado positivo de este escenario es que cada vez más empresas comienzan a exigir resultados medibles y comprobables. Herramientas como el Business Manager de Meta, junto con auditorías externas, permiten desenmascarar rápidamente las campañas de humo. La transparencia, más que un lujo, se está volviendo una exigencia de supervivencia en un mercado saturado de promesas incumplidas.
En conclusión, el mito de los “expertos” en Facebook Ads no es más que un reflejo de la ansiedad colectiva por obtener soluciones inmediatas en un mundo que exige paciencia y estrategia. La lección es simple: no todo clic es un cliente, y no todo gurú es un especialista. En la publicidad digital, como en la vida pública, conviene desconfiar de quien promete milagros.