
Por primera vez en la historia, la cantidad de niños y adolescentes con obesidad a nivel global ha superado a aquellos con bajo peso. Según un extenso informe de Unicef basado en datos de más de 190 países, aproximadamente 188 millones de jóvenes entre 5 y 19 años —uno de cada diez— viven con obesidad, mientras que la prevalencia de bajo peso ha disminuido del 13% al 9.2% desde el año 2000. Este dramático cambio refleja una transformación profunda en los sistemas alimentarios mundiales, donde las dietas tradicionales han sido desplazadas por el consumo creciente de alimentos ultraprocesados, baratos y ricos en calorías.
La malnutrición, que antes se asociaba principalmente con la desnutrición, ahora incluye la obesidad como una de sus caras más críticas. Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef, advierte sobre la «doble carga» que enfrentan muchos países: retraso en el crecimiento y obesidad coexistiendo en las mismas comunidades. La obesidad infantil no es solo un problema de salud individual; se ha convertido en una emergencia silenciosa con implicaciones devastadoras para el desarrollo cognitivo, la salud mental y el potencial futuro de las naciones.
América Latina es una de las regiones más afectadas. Con 56 millones de niños y adolescentes con sobrepeso —frente a los 34 millones del año 2000—, la región solo es superada por Medio Oriente y Norte de África en prevalencia. Chile presenta una de las tasas más altas del mundo (27% de obesidad infantil), incluso por encima de Estados Unidos (21%). En países como Brasil y México, la obesidad se concentra en hogares de bajos ingresos ubicados en «pantanos alimentarios»: zonas urbanas con alta densidad de comercios de comida rápida y escasa oferta de alimentos saludables.
Los factores detrás de esta crisis son claros: el 83% de los adolescentes latinoamericanos consume bebidas azucaradas regularmente, y los ultraprocesados representan un tercio de la ingesta calórica en países como Argentina, Chile y México. Frente a esto, Unicef urge a los gobiernos a implementar políticas contundentes: etiquetado frontal obligatorio, prohibición de publicidad de comida chatarra dirigida a niños, impuestos a bebidas azucaradas y restricciones en entornos escolares. México ya ha dado pasos adelante al prohibir la venta de alimentos ultraprocesados en escuelas, una medida que beneficia a 34 millones de estudiantes.
El costo de la inacción sería catastrófico. Se estima que para 2035 el impacto económico global de la obesidad superará los 4 billones de dólares anuales. En Perú, por ejemplo, los costos asociados podrían alcanzar los US$210.000 millones. La transformación de los sistemas alimentarios es, por tanto, una prioridad urgente. Como señala Russell: «Necesitamos transformar los entornos alimentarios para que todos los niños, sin importar dónde vivan, tengan acceso a alimentos nutritivos y asequibles». El futuro de las nuevas generaciones depende de ello.