
En la madrugada del viernes, mientras las aguas subían con furia en Texas Hill Country, un sonido retumbó sobre el cielo oscuro de Comfort, Texas: una sirena que rompió el silencio para advertir de un peligro inminente. Fue un grito mecánico, prolongado y claro, que alertó a los 2,300 habitantes de esta pequeña localidad del condado de Kendall que debían actuar de inmediato. Ese simple sonido, que muchas comunidades han descartado por obsoleto o innecesario, fue la diferencia entre la vida y la muerte.
El contraste con lo ocurrido apenas 32 kilómetros al norte, en el condado de Kerr, no puede ser más marcado. Allí, las lluvias torrenciales y el desbordamiento del río Guadalupe provocaron la tragedia. Más de 80 personas murieron en pocas horas, muchas mientras dormían o sin haber recibido una advertencia a tiempo. En Comfort, no se reportaron víctimas fatales. La diferencia esencial fue un sistema de dos sirenas instalado el año pasado, con el que la ciudad decidió apostar por una herramienta de alerta directa, accesible y, sobre todo, audible incluso para quienes no tienen teléfonos celulares o viven en zonas con mala señal.
El subjefe de bomberos Danny Morales explicó que la sirena sonó por tres minutos ininterrumpidos, un tono constante que despertó a la ciudad. Fue la primera vez que se activaba fuera de pruebas. Paralelamente, los bomberos recorrieron los vecindarios para reforzar la evacuación. «La gente sabía que si escuchaban la sirena, tenían que salir», resumió Morales.
El sistema costó alrededor de 60,000 dólares y fue instalado por la empresa Table Rock Alerting Systems, con sede en Missouri. La iniciativa fue financiada mayoritariamente por una organización local sin fines de lucro, junto con apoyo del condado. A través de un enlace satelital con el Servicio Meteorológico Nacional, las sirenas pueden activarse automáticamente cuando los sensores del arroyo Cypress detectan niveles peligrosos de agua. Sin embargo, Comfort optó por mantener el control manual de activación, basándose en la experiencia de los equipos de emergencia locales.
En contraste, el condado de Kerr no contaba con ninguna sirena. Las únicas alertas disponibles eran las notificaciones enviadas a teléfonos móviles, que resultaron ineficaces durante la madrugada: muchos estaban dormidos, sin señal o sin dispositivos. La tragedia se llevó a más de 20 niñas que se encontraban en Camp Mystic, en una de las peores catástrofes recientes del estado.
El debate sobre las sirenas lleva años. Después de las inundaciones de 2015 en el condado de Hays, que dejaron 13 muertos, hubo intentos de implementar un sistema de alarma similar en Kerr. Pero preocupaciones sobre el costo, las falsas alarmas y una percepción de que no eran necesarias impidieron su instalación. Incluso se descartaron del plan de financiamiento de una subvención de FEMA por casi un millón de dólares, que fue rechazada de todos modos.
Hoy, en medio del luto y la búsqueda de desaparecidos, el ejemplo de Comfort resuena con más fuerza que su sirena. Su decisión de invertir en un sistema de alerta tradicional, pero efectivo, ha puesto en jaque las políticas de prevención actuales. Mientras los legisladores estatales analizan nuevos protocolos de emergencia, el mensaje es claro: en un mundo cada vez más conectado digitalmente, no hay que subestimar el poder de una advertencia analógica.