Nayarit es una tierra que sorprende por la diversidad de sus ecosistemas. En un mismo estado conviven desiertos, bosques, costas paradisíacas y montañas que invitan a la aventura. Gracias a su ubicación en la Sierra Madre Occidental, aquí es posible recorrer senderos rodeados de árboles centenarios, fumarolas volcánicas y panorámicas infinitas. Tres de sus templos naturales más emblemáticos son el Cerro de San Juan, el volcán Sangangüey y el Ceboruco, destinos que combinan aire puro, leyendas y actividades llenas de adrenalina.
Cerro de San Juan: ícono de Tepic y guardián de leyendas
A 1,500 metros sobre el nivel del mar, el Cerro de San Juan se alza como símbolo natural de Tepic. Su origen volcánico lo convierte en un mirador privilegiado donde se mezclan vistas al mar y al bosque espeso. El ascenso suele iniciar en el poblado El Aguacate, desde donde se accede al parque Kilómetro X. En el camino, la aventura se completa con tirolesas de hasta 35 metros, puentes colgantes, rappel junto a manantiales y hasta partidas de gotcha o tiro al blanco.
La zona media del cerro alberga “La Batea”, una planicie ideal para acampar o realizar parte del recorrido a caballo. La mística envuelve este lugar gracias a la leyenda de una cueva que, cada 24 de junio, se abre para conducir a un pueblo detenido en el tiempo. Quienes entran, dicen, viven un salto de 25 años sin notarlo. Naturaleza y magia se funden en un mismo destino.
Sangangüey: un volcán entre neblina y silencio
Con 2,340 metros de altura, el Sangangüey es un reto para los amantes del senderismo exigente. El ascenso, de entre 4 y 5 horas, atraviesa bosques densos, piedras resbaladizas y árboles monumentales que filtran la luz en un ambiente casi cinematográfico. La cima regala valles cubiertos de verde y un horizonte envuelto en neblina, acompañado de un silencio profundo que invita a la introspección.
Es posible acampar en lo alto y disfrutar de noches estrelladas espectaculares, o bien practicar rappel y escalada. Por la dificultad del trayecto, se recomienda llevar bastones de trekking, equipo resistente al viento y provisiones suficientes para resistir temperaturas que pueden descender a los 5 °C.
El Ceboruco: el volcán que aún respira
Entre los municipios de Jala y Ahuacatlán se encuentra el Ceboruco, también llamado Tonán, en honor a Tonantzin, diosa madre. Con 2,280 metros de altura, es un volcán activo cuya última erupción ocurrió en 1870. Sus fumarolas visibles cerca del cráter recuerdan que aún conserva vida en su interior, otorgándole un halo de misterio.
La caminata de ascenso dura entre 2 y 3 horas y ofrece la experiencia de atravesar distintos microclimas: húmedo y caluroso en el inicio, seco y frío en la zona intermedia, y árido en la cima, donde la roca volcánica domina el paisaje. Desde lo alto se aprecian los campos de agave y maíz del Valle de Jala, aunque los más aventureros pueden llevar la experiencia más lejos con vuelos en parapente. Tras la excursión, el taller de piedra volcánica en Coapán es parada obligada para conocer cómo los artesanos convierten la lava solidificada en piezas únicas de cocina y arte.
Naturaleza, aventura y misticismo
Explorar Nayarit desde las alturas es adentrarse en escenarios que combinan leyendas, biodiversidad y adrenalina. Desde acampar bajo la Vía Láctea hasta descender en rappel junto a manantiales o recorrer senderos envueltos en neblina, cada volcán y montaña ofrece una experiencia distinta, pero con un denominador común: el asombro.
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