
El otoño meteorológico ya comenzó en el hemisferio norte. A diferencia del astronómico, que inicia con el equinoccio alrededor del 22 o 23 de septiembre, el calendario meteorológico fija el comienzo el 1 de septiembre y se extiende hasta el 30 de noviembre. Esta convención, que agrupa los meses completos, permite a los científicos analizar los datos de temperatura, precipitación y viento con mayor precisión año tras año.
Se trata de una estación de transición, en la que los días se acortan, las noches se vuelven más frías y las temperaturas descienden gradualmente. El ambiente se vuelve templado durante el día y fresco por la noche, mientras que los cielos despejados al amanecer contrastan con la inestabilidad que generan los frentes fríos y los ciclones tropicales. En muchas regiones, este es un periodo de abundantes lluvias, particularmente en septiembre, que en México coincide con el mes más activo de la temporada de huracanes.
El choque de masas de aire frío con el calor residual del verano genera tormentas, aguaceros y, en ocasiones, fenómenos extremos como lluvias torrenciales o las primeras nevadas en zonas montañosas. De ahí la importancia de los pronósticos meteorológicos: monitorear frentes fríos, ciclones y la presión atmosférica permite advertir a la población sobre cambios repentinos que pueden derivar en inundaciones, deslaves o temporales.
Más allá del clima, el otoño también transforma los ecosistemas. Muchas aves migran hacia climas cálidos, los animales comienzan a prepararse para la hibernación y los árboles caducifolios muestran su espectáculo de colores antes de perder las hojas. Este cambio se debe a la reducción de la clorofila, que da paso a otros pigmentos como carotenoides y antocianinas, responsables de los tonos amarillos, naranjas y rojizos que caracterizan la estación.
En la vida cotidiana, el otoño marca la cosecha de productos clave como uvas y calabazas, lo que en distintas culturas se celebra con festivales que honran la abundancia de la tierra. Al mismo tiempo, es el periodo en el que autoridades y comunidades comienzan a prepararse para los retos del invierno.
En resumen, el otoño meteorológico es más que una transición: es un punto de equilibrio entre el calor del verano y el frío del invierno, una etapa donde la atmósfera se vuelve más dinámica, los ecosistemas se ajustan y la naturaleza nos recuerda el ciclo constante de renovación.