
El 19 de octubre de 2025, Bolivia vivió una jornada electoral que redefinió su rumbo político. El senador centroderechista Rodrigo Paz Pereira ganó la segunda vuelta presidencial con un 54.5% de los votos, superando al exmandatario Jorge “Tuto” Quiroga, quien obtuvo el 45.5%, según el conteo rápido del Tribunal Supremo Electoral con el 97% de las actas escrutadas.
El resultado marca el fin de casi dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), partido que encabezó los gobiernos de Evo Morales y Luis Arce, y que dominó la escena política boliviana desde 2006. Con este triunfo, el país inicia una nueva etapa centrada en la apertura económica, la atracción de inversiones y la búsqueda de estabilidad financiera.
La victoria de Paz fue celebrada en La Paz, donde miles de simpatizantes llenaron la Plaza Murillo con banderas tricolores y consignas de cambio. “Libertad y prosperidad”, repitió el presidente electo en su discurso ante una multitud que coreaba “¡Paz presidente!”. En redes sociales, el hashtag #PazPresidente alcanzó millones de menciones, acompañado de memes que simbolizaban el cierre de la era del MAS y el inicio de una etapa de reformas.
Paz, de 47 años, exalcalde de Tarija y empresario vinculado al sector energético, basó su campaña en tres ejes: reactivación económica, lucha contra la corrupción y fortalecimiento institucional. Prometió alianzas estratégicas con Estados Unidos y países vecinos para impulsar la exportación de gas y litio, pilares que podrían reanimar una economía golpeada por la inflación y la falta de reservas internacionales.
El impacto internacional fue inmediato. Líderes de países como Argentina, Chile y Brasil felicitaron al nuevo mandatario, destacando su compromiso con el libre mercado y la cooperación regional. En contraste, sectores del Movimiento al Socialismo denunciaron presuntas irregularidades en el proceso electoral y se negaron a reconocer la victoria hasta la publicación del cómputo oficial completo.
Analistas políticos coinciden en que el resultado refleja el desgaste del modelo económico estatal implementado por el MAS y una demanda social por mayor apertura y eficiencia. Las regiones productoras del oriente boliviano, históricamente opositoras al centralismo paceño, fueron clave para consolidar la ventaja de Paz, especialmente Santa Cruz y Tarija.
El desafío inmediato del nuevo gobierno será recuperar la estabilidad macroeconómica, reactivar la inversión extranjera y enfrentar la crisis de dólares que afecta al país desde 2024. Economistas prevén que un gabinete tecnocrático y acuerdos con organismos internacionales serán esenciales para evitar un colapso financiero.
Desde un punto de vista político, el triunfo de Paz también significa un reacomodo de fuerzas en el continente. Tras años de predominio de gobiernos de izquierda en Sudamérica, Bolivia se suma a la tendencia de giros hacia el centro o la derecha, en una región donde el debate sobre productividad y gasto público gana protagonismo.
El 8 de noviembre de 2025, Rodrigo Paz asumirá oficialmente la presidencia. Con él llega una promesa de modernización económica, pero también una prueba: demostrar que el cambio político puede traducirse en resultados tangibles para una población golpeada por la pobreza, la inflación y la desconfianza institucional.