
Vector en la tormenta
Vector Casa de Bolsa, uno de los jugadores más antiguos del mercado bursátil mexicano, atraviesa el periodo más oscuro de su historia. Lo que parecía una firma sólida de asesoría financiera se encuentra ahora bajo los reflectores de la Fiscalía General de la República (FGR) y del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. El expediente combina dos frentes explosivos: sospechas de participación indirecta en el llamado “huachicol fiscal” y acusaciones de haber servido como canal de lavado para operaciones ligadas al tráfico de opioides.
El combustible que no era combustible
Entre el 10 y el 13 de septiembre de 2025, se reveló que la FGR investiga a Grupo Potesta por triangular cerca de 220 millones de pesos a través de Vector. El esquema, según las pesquisas, se basaba en disfrazar combustibles como lubricantes para evadir impuestos al importarlos. Aunque la indagatoria no equivale a una sentencia, el señalamiento basta para manchar la reputación de la casa de bolsa. En un país donde el huachicol tradicional ya perforó ductos y finanzas públicas, el “huachicol fiscal” parece ser la versión ejecutiva del saqueo.
Negación corporativa, sospechas persistentes
Vector ha respondido con una estrategia de silencio en México y de negación en el ámbito internacional. Hasta ahora no existe un comunicado que admita irregularidades, pero tampoco una narrativa convincente que disipe dudas. Para los inversionistas, el riesgo reputacional es más dañino que una mala racha bursátil: pocos quieren que su dinero pase por una institución bajo sospecha de ser lavadora involuntaria —o complaciente— de capitales.
La sombra del fentanilo
El golpe más fuerte vino desde Washington. El 25 de junio, FinCEN, el brazo antilavado del Tesoro, declaró a Vector “primary money laundering concern” por transacciones presuntamente ligadas al Cártel de Sinaloa y a empresas chinas de precursores químicos. La orden, inédita en su alcance, no es una sanción plena como las de OFAC, pero prácticamente congela la capacidad de la firma de operar con corresponsales en EE. UU. En otras palabras: Vector puede seguir existiendo, pero con movilidad limitada en el sistema financiero global.
Regulación mexicana: entre la defensa y la prudencia
La Comisión Nacional Bancaria y de Valores reaccionó con una intervención gerencial temporal, reemplazando órganos directivos para proteger al público inversionista. Desde Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum y la Secretaría de Hacienda reclamaron pruebas “contundentes” a Estados Unidos, insinuando que la narrativa de FinCEN carece de solidez. El mensaje oficial es doble: se defiende la soberanía financiera mexicana, pero se manda a revisión a la institución.
Un dueño incómodo
La historia se vuelve más compleja cuando aparece el nombre de Alfonso Romo, propietario del grupo financiero y exjefe de la Oficina de la Presidencia con López Obrador. Su cercanía con el poder no significa culpabilidad, pero sí despierta preguntas sobre conflictos de interés y sobre qué tanto pesa la política en la balanza de la justicia financiera. La oposición no ha tardado en señalar la contradicción: un gobierno que presume combate frontal al crimen organizado debe explicar por qué una firma ligada a uno de sus hombres de confianza figura en estos escándalos.
Lo probado y lo alegado
Hasta hoy, lo probado es claro: existen órdenes oficiales de FinCEN y una intervención de la CNBV. Lo alegado, en cambio, son los vínculos con cárteles y con el huachicol fiscal, versiones en investigación que Vector niega tajantemente. En un país donde los juicios suelen tardar más que los ciclos políticos, la incertidumbre es el verdadero enemigo de la casa de bolsa.
Un futuro en entredicho
El caso Vector abre varias preguntas: ¿judicializará la FGR las pruebas contra Grupo Potesta? ¿Resistirá la firma sin acceso pleno a la red financiera estadounidense? ¿Cómo se equilibrará la defensa diplomática del gobierno con la necesidad de blindar al sistema financiero mexicano? De momento, la única certeza es que el prestigio de Vector, labrado en décadas, se erosiona más rápido que un ducto perforado en la madrugada.