
La tensión entre Estados Unidos y Venezuela alcanzó un nuevo nivel este jueves, cuando dos aviones de combate F-16 de la Fuerza Aérea Venezolana realizaron un sobrevuelo cercano al destructor USS Jason Dunham en aguas internacionales del Caribe. El Departamento de Defensa de EE. UU. calificó la maniobra como una «acción altamente provocadora», diseñada para interferir con las operaciones estadounidenses contra el narcotráfico y el terrorismo en la región.
Este incidente se produce apenas dos días después de que la Armada de EE. UU. llevara a cabo un ataque aéreo contra una embarcación en el Caribe sur, que según las autoridades estadounidenses, estaba vinculada al grupo criminal Tren de Aragua y transportaba drogas. El ataque resultó en la muerte de 11 personas, lo que ha generado controversia y cuestionamientos sobre su legalidad.
En respuesta al sobrevuelo de los cazas venezolanos, el gobierno de EE. UU. emitió una advertencia firme, instando al régimen de Nicolás Maduro a no interferir en las operaciones antidrogas y antiterroristas en curso. El secretario de Estado, Marco Rubio, afirmó que la administración Trump está comprometida en librar una «guerra contra los narcoterroristas» en la región.
Por su parte, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha movilizado a la Milicia Bolivariana y a reservistas voluntarios para defender el país. Maduro ha calificado las acciones de EE. UU. como una amenaza a la paz regional y ha advertido que Venezuela responderá con firmeza ante cualquier agresión.
Este episodio marca un punto álgido en las ya tensas relaciones entre ambos países, con implicaciones significativas para la seguridad y la estabilidad en el Caribe. La comunidad internacional observa con preocupación el desarrollo de estos acontecimientos y su potencial para desencadenar un conflicto mayor en la región.