
La nueva miniserie de Netflix, Las Muertas, ha generado expectación al abordar una de las historias criminales más estremecedoras de México: el caso de las hermanas González Valenzuela, conocidas como Las Poquianchis. Con seis episodios, la producción no solo busca narrar hechos trágicos ocurridos hace más de medio siglo, sino también reflexionar sobre el contexto social y político que permitió que dichos crímenes permanecieran impunes durante años.
El origen de esta historia se remonta a los años comprendidos entre 1945 y 1964, cuando las hermanas operaron en Guanajuato y Jalisco una red de prostitución y trata de personas. Reclutaban a mujeres jóvenes bajo falsas promesas de empleo, pero una vez bajo su control, eran sometidas a explotación, violencia y condiciones inhumanas. Muchas de las víctimas fallecieron a causa de maltrato, desnutrición o enfermedades sin atención médica.
El escándalo salió a la luz en 1964, cuando las autoridades descubrieron la magnitud de los crímenes. El caso causó conmoción nacional y puso en evidencia no solo la crueldad de Las Poquianchis, sino también la corrupción e indiferencia de las autoridades de la época, que ignoraron denuncias previas y permitieron que las hermanas actuaran con total libertad.
La serie, dirigida por Luis Estrada, combina drama, suspenso y crítica social. Más allá de mostrar el horror de los hechos, plantea preguntas incómodas sobre el abuso de poder, la desigualdad de género y la impunidad que protegió a los responsables durante años. Con un elenco encabezado por Arcelia Ramírez, Paulina Gaitán y Alfonso Herrera, la producción busca dar una mirada crítica y profunda a un capítulo oscuro de la historia reciente de México.
Al retomar este caso, Netflix no solo reconstruye un crimen de impacto histórico, sino que también expone cómo las estructuras de poder y la corrupción permitieron que tragedias de tal magnitud fueran posibles, dejando una reflexión sobre la necesidad de la memoria y la justicia.