
El sol de Yucatán cae con intensidad sobre la selva que rodea Ek Balam. Apenas cruzas el acceso, el aire húmedo y el silencio interrumpido por el canto de aves marcan el inicio de un viaje que no es solo turístico, sino también espiritual. Cada piedra parece contar una historia, y cada sendero es un eco de los pasos de los antiguos mayas que habitaron esta ciudad hace más de mil años.
El nombre mismo del sitio encierra poder y simbolismo: Ek Balam. “Ek” significa estrella o negro, y “Balam” es jaguar. “Estrella jaguar”, un título que evoca fuerza, misterio y un vínculo cósmico. No es casual que los gobernantes de la época incorporaran Balam a su identidad, reflejando la importancia del jaguar como emblema de poder terrenal y espiritual.
Al recorrer el centro ceremonial, rodeado por fragmentos de murallas que protegían la ciudad, aparecen los sak-bes, los caminos blancos de estuco que conectaban plazas y edificios. Son arterias de piedra que invitan a imaginar ofrendas, rituales y la vida cotidiana de una civilización que concebía lo sagrado y lo terrenal como partes inseparables de la existencia.
La primera bienvenida la da el Pasaje Abovedado, un arco de entrada que simboliza el tránsito entre el mundo humano y lo divino. A su alrededor, destacan construcciones como el Juego de Pelota, donde la destreza física se mezclaba con significados religiosos y cósmicos, y las estructuras conocidas como Las Gemelas, que representan la dualidad, un principio esencial en la cosmovisión maya.
El corazón del sitio se encuentra en la Acrópolis, un imponente complejo de seis niveles que funciona como pirámide, palacio y mausoleo. La subida a sus 32 metros de altura exige esfuerzo, pero la recompensa es incomparable: desde lo alto, la selva se extiende hasta perderse en el horizonte, con Valladolid insinuándose en la distancia. En su fachada resalta el famoso “monstruo de la tierra”, una boca reptiliana que simboliza la entrada al inframundo. Allí descansó el rey sagrado Ukit Kan Lek Took’, artífice del esplendor de Ek Balam. Las esculturas aladas que adornan este mausoleo, conocidas como “ángeles mayas”, permanecieron ocultas por siglos hasta ser redescubiertas alrededor del año 2000, sorprendiendo por su delicadeza y conservación.
Visitar Ek Balam no es simplemente recorrer ruinas. Es dejarse envolver por el calor, la selva, los sonidos de la naturaleza y el peso de la historia. Cada arco, escalón y muro es un recordatorio de la grandeza de los mayas, de sus reyes, guerreros, comerciantes y sacerdotes que hicieron de este lugar un centro de poder y espiritualidad.
Ek Balam no es un destino más en el mapa de Yucatán. Es un viaje al pasado, una puerta hacia la cosmovisión maya y una experiencia que combina aventura, contemplación y admiración por una civilización que aún hoy parece hablar desde las piedras.
Cómo llegar
Ek Balam se localiza entre Valladolid y Tizimín, en Yucatán. El acceso es sencillo por la carretera federal 295, que conecta ambas ciudades y lleva directamente a la zona arqueológica. El sitio está abierto al público y listo para ofrecer a cada visitante un encuentro inolvidable con la historia y la selva del sureste mexicano.