
En 2025, la sostenibilidad deja de ser una tendencia para convertirse en el eje central de la industria cosmética. Las marcas más influyentes han entendido que cuidar la piel sin dañar el planeta ya no es una opción, sino una exigencia del consumidor. Con un mercado valuado en más de 430 mil millones de dólares, la llamada belleza verde marca el rumbo del futuro.
El crecimiento responde a un cambio profundo en la conciencia del consumidor. Cada vez más personas buscan productos libres de crueldad animal, con empaques reciclables y fórmulas que reduzcan el desperdicio de agua y energía. Las generaciones jóvenes, especialmente la Z y los millennials, son las principales impulsoras de esta revolución, priorizando la transparencia y la ética sobre la publicidad tradicional.
Marcas pioneras como Herbivore, Biossance y Aveda encabezan esta transformación con líneas zero-waste y programas de rellenado que disminuyen drásticamente el uso de plásticos. Las fórmulas waterless —que eliminan el agua para concentrar los activos y reducir la huella hídrica— se posicionan como uno de los avances más relevantes del año, impulsando la eficiencia y la sostenibilidad en la producción.
El concepto de upcycled beauty también gana terreno. Este enfoque aprovecha residuos naturales, como cáscaras de frutas o granos de café, para crear nuevos ingredientes cosméticos. El resultado son productos más sostenibles, de alto rendimiento y con menor impacto ambiental. Esta práctica, antes marginal, se convierte ahora en un estándar de innovación dentro de la industria global.
Los empaques ecológicos ocupan un papel central. Las marcas adoptan materiales biodegradables, envases de vidrio retornable o sistemas refillables que permiten reutilizar el mismo contenedor. En grandes urbes como la Ciudad de México, tiendas especializadas ya ofrecen estaciones de recarga para shampoo, crema o maquillaje, fomentando hábitos de consumo más responsables entre los clientes.
Las grandes corporaciones no se quedan atrás. Firmas internacionales establecen alianzas con sectores como el tecnológico y el agrícola para desarrollar ingredientes de origen biotecnológico que sustituyen componentes sintéticos. Estas colaboraciones buscan disminuir la dependencia del petróleo, reducir emisiones y garantizar cadenas de suministro más limpias y trazables.
El consumidor, más informado que nunca, exige pruebas y transparencia. Etiquetas detalladas, certificaciones ecológicas y auditorías ambientales son ahora parte del proceso de compra. En respuesta, diversas regiones han comenzado a fortalecer sus regulaciones sobre lo que puede considerarse “sostenible”, con el objetivo de evitar prácticas de greenwashing y garantizar información verificada.
En el contexto latinoamericano, la tendencia crece rápidamente. México, Chile y Colombia se posicionan como mercados emergentes en belleza sustentable, con emprendimientos locales que incorporan ingredientes nativos —como cacao, sábila o aceite de chía— dentro de fórmulas conscientes y competitivas. Este auge abre oportunidades para pequeñas y medianas empresas que apuestan por la innovación verde.
La belleza sostenible de 2025 demuestra que la responsabilidad ambiental puede coexistir con la rentabilidad. El futuro de la industria ya no se mide solo en ventas, sino en el impacto positivo que deja en el entorno. Cuidar el planeta, al final del día, también se volvió parte de verse bien.