
La tarde de este miércoles, Iztapalapa vivió una de esas escenas que parecen sacadas de un manual de emergencia: caos, humo y sirenas cruzando la calzada Zaragoza. Una pipa cargada con 49,500 litros de gas volcó en el puente La Concordia y explotó. El saldo preliminar es doloroso: tres personas fallecidas y 70 lesionadas. Sin embargo, en medio del desastre, lo que también se hizo visible fue la capacidad de respuesta inmediata de las autoridades y la solidaridad ciudadana.
La alcaldesa Aleida Alavez Ruiz informó que todos los niveles de gobierno —federal, local y de la propia alcaldía— activaron protocolos de atención de forma simultánea. Bomberos, paramédicos, elementos de Protección Civil, Ejército y Marina trabajaron hombro a hombro para contener las llamas, auxiliar a los heridos y evitar que la tragedia escalara aún más. La escena, aunque marcada por el dolor, también mostró una coordinación pocas veces vista en desastres urbanos.
La jefa de Gobierno, Clara Brugada, detalló que entre los heridos se encuentran 51 hombres y 16 mujeres, la mayoría trasladados a hospitales cercanos. Dos personas permanecen en calidad de desconocidas, un recordatorio de que aún en la precisión de los números hay historias humanas que esperan ser reconocidas. Para facilitar la búsqueda de familiares, se hizo pública una lista con los nombres de 68 lesionados identificados hasta ahora.
https://x.com/ALEIDAALAVEZ/status/1965963204074651855
El traslado de víctimas fue otra muestra de organización: Balbuena, Belisario Domínguez, Rubén Leñero, Magdalena de las Salinas, Tacubaya, Emiliano Zapata y el Regional de Iztapalapa, entre otros, recibieron a los afectados. La red hospitalaria se activó como un engranaje aceitado, evitando saturaciones críticas. Este tipo de coordinación interinstitucional suele fallar en emergencias, pero en esta ocasión los tiempos jugaron a favor.
Alavez subrayó la importancia del apoyo ciudadano. Vecinos, automovilistas y transeúntes no dudaron en improvisar brigadas espontáneas para auxiliar a los heridos antes de la llegada de los cuerpos de emergencia. “Con su apoyo se salvaron vidas”, reconoció la funcionaria, evidenciando que la solidaridad urbana sigue siendo uno de los activos más valiosos de la capital.
El humor negro, inevitable en una ciudad que aprendió a convivir con desastres, ronda la pregunta incómoda: ¿cómo es posible que una pipa de gas de tal magnitud circule por vías urbanas tan transitadas? Mientras se investigan responsabilidades, lo cierto es que la reacción inmediata evitó que se hablara de una catástrofe mayor. En un contexto donde la negligencia suele ser la protagonista, hoy las instituciones mostraron un rostro distinto.
El contraste entre la tragedia y la respuesta es contundente. En un México donde la desconfianza hacia las autoridades es casi un deporte nacional, lo ocurrido en La Concordia ofrece una lección: cuando se coordinan, las instituciones pueden cumplir su función esencial, que es proteger la vida. Aunque no devuelve a las tres víctimas, sí da un respiro a una ciudadanía acostumbrada a la indiferencia oficial.
“Confíen en que aquí estaremos acompañando y trabajando sin descanso para que Iztapalapa y toda la ciudad salgan adelante”, prometió Alavez. Más allá de la retórica política, el mensaje se sostiene en hechos concretos: vidas salvadas, heridos atendidos y una maquinaria de emergencia que, por una vez, funcionó como debía.